La amaba tanto que aun siento su fragancia. Lustros y décadas han pasado, la noche que conocí a la Vidal. No era bonita, sino sensual. Parece su apellido se remonta al de la diva histórica que engalanó nuestro pueblo, Barahona, cuna de Marìa África Gracia Vidal (Marìa Montés). Tenia similitud en sus gestos y ademanes femeninos con un ímpetu enloquecedor. Al verla, fue amor a primera vista. Recuerdo esas manos blancas que adornaban una sortija dorada. Era una época muy diferente. Esperé mucho tiempo para darle el primer beso. Su madre, una noble maestra de pueblo, me sorprendió con epítetos duros que marcaron por siempre un amor que se hizo prohibido. De ahì en adelante, crecieron las ansias del beso. De baja estatura y unos pies de reina que, a sus dieciséis años, cargaban un cuerpazo de mujer. De hablar resonante y chillón, como las barahoneras, su risa, era un canto de sirena y sus labios una rosa recién abierta por un rayo de sol. Se estaba ausentando la primavera. Una brisa temprana anunciaba una cuaresma intempestiva. En el sur la cuaresma siempre es prematura. La brisa contrasta con la siesta acostumbrada, cuando se escucha un gallo cortejando la gallina y las ciguas carpinteras se sientan en los cocoteros. Se siente la brisa triste, pero fuerte, entre las palmeras de mi patio, en mi casa pueblerina. El beso no se hace esperar y se desborda la pasión de dos primerizos enamorados. Sus labios de rosa comienzan a emanar un sublime veneno que pasò de mi sangre al corazòn. ``Te amo Renegada``, le suspiraba, mientras ella con timidez correspondía. ¡``Què dirìa ``Ninarania...``!. Se refería a su madre. ``No se, pero no importa...``. Ella misma se contesta, mientras se encendía la pasiòn y el amor brotaba con respeto, las caricias eran tiernas, dulces, sin lascivia ni malicia, eran del alma, era el amor perfecto que esperaba tranquilo y resignado su consumación.
``Dos cosas yo haré contigo, que tù conmigo no harás: serte fiel hasta la muerte y no olvidarte jamás...``, escribieron sus bellas manos en un informal papel. Eran papeles tiernos que se suscitaban a cualquier hora del día mediante improvisados correos. A veces llegaban con la musa inspiradora en persona, quien abandonaba la clase para refugiarse en mis brazos y vivir dos horas de libertad y felicidad. Aunque ataviada de crema y un tanto exhausta, la bella colegiala me brindaba su tempranera fragancia que aùn no borra mi insistente olfato. ``Pueblo chiquito, infierno grande...``. A pesar de un amor contra los odios, las clases, los apellidos, mi traslado a la capital, la distancia implacable, las incidencias, las circunstancias, dieron lugar a un amor de lejos... Era un amor platónico, el amor de los pueblos, el amor de la edad, aquel que fue mi consuelo durante los días aciagos de la muerte de mi padre. Quedò sellado en el alma una especie de siniestro y de encanto. La herida profunda que dejaba esa pèrdida y la panacea sedante que la cicatrizaba, el amor de Renegada, con su amor en la utopía, quizás en el plano que aspiran quedarse los amores. En el plano del primer amor. Representa ese primer amor, la base de nuestras posteriores aventuras, el goce y el sueño de lo imaginario e irreal, pues lo sublime y real no se repite.
REBECA:
A Rebeca imploro en mis sueños,
hasta en otras galaxias la veo
con el mismo perfume de hembra,
con sus labios llenos de deseo.
A tientas me tocas mi reina
y el recuerdo se llena de ti,
dónde estàn esos besos mi hada
cuando tù suspirabas por mi...?
El tiempo ha pasado Rebeca,
pero nunca ha podido borrar
aquellas caricias aviesas
de un latir exquisito y mortal...
¿ Dónde guardas tu mirada
de ternura y tentación...?,
dónde escondiste esos besos
que salìan del corazón...?
Si al despertar de improviso
o durmiendo asì me quedo,
ten muy presente Rebeca
que a ti todavía te quiero...
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