viernes, 4 de febrero de 2011

MIRANDO LA TUMBA DE MI PADRE, LA VIDA CONTINÚA...

Aquí estoy compadre Eligio
reconsiderando el tiempo,
ayer, treinta y dos años hace
y que asoma a mi memoria,
cuando lloraba a mi padre
al regazo de la novia.

Mi madre, joven aún,
lamentaba su partida,
pero me impregnaba aliento,
era una leona herida.

La perdida de ese roble
al caer la tarde gris,
no detuvieron ahí
la paloma en su volar,
ni el ruiseñor que al cantar
emulaba las sirenas,
aumentando más la pena
por aquel padre tan noble.

No detuvo las animitas
corriendo tras los cocuyos,
pregonando con orgullo
su luz atenuada al viento,
la lluvia, el calor intenso
moradeando más las lilas,
dando tránsito a la vida
no detuvieron el sol,
ni curaron mis heridas.

Los perros seguían ladrando,
al silencio... a la pradera,
al taciturno cualquiera
que de torpe tropezaba
y la chicharra gritaba
consumida en la madera.

El reloj siguió marchando,
le estaba avisando al sol
que el roble grande caìa
que hay que abrir un girasol...

Y pasó el tiempo mi compadre,
no se extrañe de quien soy,
soy nuevamente ese roble
esperando por caer,
con una madre ya ausente,
hij@s y niet@s por crecer...

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