Todavía hoy pululan sonrientes, hombres y mujeres, como el sanjuanense, que nunca tiene mala cara. Gentes de fuertes contexturas, que dan sabor a campo a los corrillos de las pulperìas, salpicando con tragos y simplezas el ambiente. Se mueven como cocuyos en sus viejas motocicletas, aquellas que desplazaron a los burros y mulos, cuando sienten la presencia del extraño. En sus rostros reflejan un pasado siniestro que la producción de plátanos y otros rubros no ha podido superar, mientras sus mujeres, son viejas prematuras por la inclemencia de la costumbre, se notan rezagadas entre las sombras de los güiros y las quenepas, no bordan ni tejen sus manteles como antes, allí, paulatinamente, extinguen su cotidianidad y el brillo de sus ojos.
Todos los días son iguales, en tanto los políticos, ilusos y atrevidos, emplean con demagogia las categorías de la llamada división política, elevando a distritos municipales muchas de esas secciones, cuyo río, el Yaque del Sur, en pleno serpentear, enloda las botas de esos hombres ordinarios y puros, quitàndole la solemnidad que al campo llevaban los hombres ecuestres, dueños de su producción y su cultura y atentos al devenir de las revoluciones en pos de nación. El río, en su tormentoso recorrido desde el cibao central, pasando por la Rucilla o Pico del Yaque, alimenta la presa de Sabana Yegua y moja los lares de ``El Coco`` y ``Barranca``, llegando a ``Fondo Negro``, Vicente Noble, ``Canoa``, ``Jaquimeyes``, ``El Peñón ``, ``Fundación `` y ``Habanero``, dándole verdor a los platanales y brillo a los cocoteros que se divisan desde lo alto de los ``Cuatro Vientos``, ``El Higuito`` y ``Quitacoraza``, dándonos la semejanza de una ``Viña de Nabot``, cuando observamos a Anacaona sentada en su piedra a la entrada de ``Canoa``. Refleja ella un encanto de reina renegada y pretendida por el verdugo conquistador que conoció esas aguas, de un recorrer eterno que alimenta de savia las plantas, sobre todo en la primavera, junto con el canto de los pájaros, el modo de vida, en fin, el grito de la identidad que se nos escapa... ``Jamás ha habido una época que no aplaudiera el pasado y no se lamentara del presente...``. (Lillian Eichier W.).
Todos los días son iguales, en tanto los políticos, ilusos y atrevidos, emplean con demagogia las categorías de la llamada división política, elevando a distritos municipales muchas de esas secciones, cuyo río, el Yaque del Sur, en pleno serpentear, enloda las botas de esos hombres ordinarios y puros, quitàndole la solemnidad que al campo llevaban los hombres ecuestres, dueños de su producción y su cultura y atentos al devenir de las revoluciones en pos de nación. El río, en su tormentoso recorrido desde el cibao central, pasando por la Rucilla o Pico del Yaque, alimenta la presa de Sabana Yegua y moja los lares de ``El Coco`` y ``Barranca``, llegando a ``Fondo Negro``, Vicente Noble, ``Canoa``, ``Jaquimeyes``, ``El Peñón ``, ``Fundación `` y ``Habanero``, dándole verdor a los platanales y brillo a los cocoteros que se divisan desde lo alto de los ``Cuatro Vientos``, ``El Higuito`` y ``Quitacoraza``, dándonos la semejanza de una ``Viña de Nabot``, cuando observamos a Anacaona sentada en su piedra a la entrada de ``Canoa``. Refleja ella un encanto de reina renegada y pretendida por el verdugo conquistador que conoció esas aguas, de un recorrer eterno que alimenta de savia las plantas, sobre todo en la primavera, junto con el canto de los pájaros, el modo de vida, en fin, el grito de la identidad que se nos escapa... ``Jamás ha habido una época que no aplaudiera el pasado y no se lamentara del presente...``. (Lillian Eichier W.).
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