Me interno en la ciudad romántica atravesada por la ría del Ozama y llevo en la imaginación el caudaloso Nilo de Egipto; piraguas y remolcadores que cortejan los lujosos cruceros dándole luz y esplendor a la avenida del puerto, con sus obeliscos de poder omnímodo, estatuas desnarigadas que simbolizan la Esfinge, palacetes coloniales que nos devuelven las impresionantes pirámides de misterios, dimensiones siderales que se juntan allá, en el pico de Rucilla, donde nacen los Yaque, Sur y Norte, cuyos manglares afloran en las orillas, como sucede en el Camù, el Higuamo, riberas de montes y culebras que tejen arbustos, como si la naturaleza imitase al ´´espanta pájaros´´ conuquero, con su sombrero y brazos abiertos en forma de cruz; me impresiona la villa de Gascue, con mansiones de cielo raso y cocheras que dejan caer hermosos jardines, colgantes, como los de Babilonia, sonrientes al compás de las herraduras, los coches y caballos que me transportan a mi pueblo y otros caseríos de la vida donde contemplo lozanas pieles en lindos caminar; morenas, blancas, indias graciosas como vírgenes de olimpo...
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