Las siestas se dormían profundas. El moho de las bisagras producía un sonido singular, cònsone con la misteriosa brisa que, impetuosa, tiraba de las ventanas y puertas, llevándose a su paso el canto de los pájaros. A veces si, eran largos los días , cuando compartíamos la faena madrugadora con la escuela de dos tandas, donde se conjugaba la disciplina con la rectitud, y el olor a tiza, lápices y cuadernos llenos y estrujados, con el brillo de unos pisos desinfectados con el eucalipto del prado.
El radio de dos bandas, marca PAM, adornaba la sala. Era un radio grande y coqueto, con cuatro patitas, naturalmente, una en cada esquina. Era agradable el sonido que producía la búsqueda de una emisora, pues su aguja se encontraba con las diversas interferencias del tiempo, en sus cruces con los vientos alisios que confluyen por esas lomas arenosas de ``Los Cuatro Vientos``.
El ``rosario`` que se escuchaba en la radio a las seis pasado el meridiano, invitaba a prender la lámpara. Afuera estaba claro, pero ya era prima noche. Las camas están tendidas con sus mosquiteros puestos, limpios, impecables, y ya la cena està servida.
El tiempo va pasando, como pasan veloces los postes del tendido eléctrico de las carreteras. Es increíble como se van perdiendo en el camino, los vemos alejarse con nostalgias, lánguidos, oscuros, torcidos, mientras nos acercamos a la ciudad grande, llena de unas luces que no crean ensoñación.
Las carreteras nos enseña las cruces y el paso de la vida, las ermitas, que nos muestran secas las coronas que se mueven con la brisa que las empapa del fino polvo. Llega ``Beluche`` en su jeep, luego pasan ``Rojo`` y ``Toñè``, viajan desde Barahona hasta Vicente Noble, pasando por Jaquimeyes, Bombita y Canoa. Del mercado del pueblo salen ``Cariño`` y ``Cledo`` directos hacia Neiba y los bateyes, llevándose como ayudantes a ``Guazarita`` y a ``Foden``, desechando irse por Cachòn y Cabral, pues es carnaval y las cachùas están bravas. Se evita que el aguardiente que aploman de manera furtiva estos ayudantes, desborden las pasiones en el viaje.
Las ``cachùas`` cabraleñas, ritualizadas, toman el camino de La Peñuela, corren con impresionante colorido repartiendo foetazos a los mayores e hincando de rodillas a los niños que se portan mal y que, dicho por sus padres con la intención de amedrentarlos, ``se hacen pipí en la cama``. Los chivos que inundan el parque central de Cabral, ese día cogen el monte, perseguidos por los perros atormentados que presagian los malos espíritus. Los caminos de El Peñón, Duvergè y Polo, aguardan en los cruces la llegada de esos ``macaraos`` que concluyen su misión replicando gloria el domingo de semana santa, hasta sonar sus foetes el lunes en la tumba del ``Barón del Cementerio``. ``Para vestirte de cachùa tienes que jurar siete años con el diablo...``. Escuchábamos atónitos, pero atraídos, los niños de mi época.
El radio de dos bandas, marca PAM, adornaba la sala. Era un radio grande y coqueto, con cuatro patitas, naturalmente, una en cada esquina. Era agradable el sonido que producía la búsqueda de una emisora, pues su aguja se encontraba con las diversas interferencias del tiempo, en sus cruces con los vientos alisios que confluyen por esas lomas arenosas de ``Los Cuatro Vientos``.
El ``rosario`` que se escuchaba en la radio a las seis pasado el meridiano, invitaba a prender la lámpara. Afuera estaba claro, pero ya era prima noche. Las camas están tendidas con sus mosquiteros puestos, limpios, impecables, y ya la cena està servida.
El tiempo va pasando, como pasan veloces los postes del tendido eléctrico de las carreteras. Es increíble como se van perdiendo en el camino, los vemos alejarse con nostalgias, lánguidos, oscuros, torcidos, mientras nos acercamos a la ciudad grande, llena de unas luces que no crean ensoñación.
Las carreteras nos enseña las cruces y el paso de la vida, las ermitas, que nos muestran secas las coronas que se mueven con la brisa que las empapa del fino polvo. Llega ``Beluche`` en su jeep, luego pasan ``Rojo`` y ``Toñè``, viajan desde Barahona hasta Vicente Noble, pasando por Jaquimeyes, Bombita y Canoa. Del mercado del pueblo salen ``Cariño`` y ``Cledo`` directos hacia Neiba y los bateyes, llevándose como ayudantes a ``Guazarita`` y a ``Foden``, desechando irse por Cachòn y Cabral, pues es carnaval y las cachùas están bravas. Se evita que el aguardiente que aploman de manera furtiva estos ayudantes, desborden las pasiones en el viaje.
Las ``cachùas`` cabraleñas, ritualizadas, toman el camino de La Peñuela, corren con impresionante colorido repartiendo foetazos a los mayores e hincando de rodillas a los niños que se portan mal y que, dicho por sus padres con la intención de amedrentarlos, ``se hacen pipí en la cama``. Los chivos que inundan el parque central de Cabral, ese día cogen el monte, perseguidos por los perros atormentados que presagian los malos espíritus. Los caminos de El Peñón, Duvergè y Polo, aguardan en los cruces la llegada de esos ``macaraos`` que concluyen su misión replicando gloria el domingo de semana santa, hasta sonar sus foetes el lunes en la tumba del ``Barón del Cementerio``. ``Para vestirte de cachùa tienes que jurar siete años con el diablo...``. Escuchábamos atónitos, pero atraídos, los niños de mi época.
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