jueves, 25 de agosto de 2011

EN MI DIARIO DESPERTAR...

Comienza la vida ajena
a cruzarse con la mía,
tal cuan ritmo de cigüeña
con acordes y tranvías...

Se levantan las vecinas
y bailan sus escobitas,
pasan guaguas,
motoristas
y la que amasa la harina,
el que vende ´´ yaniqueques´´
y el que toca la bocina.

Camino entre la basura,
se siente el polvo,
el hedor,
ya no voy al ´´Mirador´´
para ejercitar mi cuerpo,
pues se anuncian los entuertos,
los atracos,
las bravuras...

¡Que difícil està la vida...!
Me apena la situación,
pues en tu barrio el motor
que transita sigiloso,
lleva detrás un azaroso
con las uñas de tijeras,
arrancando las carteras
con frialdad y sin compasiòn.

Por cada vuelta corrida
voy dando gracias a Dios,
entre el humo del fogòn,
la lechosa y la batida,
el haitianito que mira
con sus cañas ya cortadas,
perros realengos,
manadas,
iniciando la partida.

Pasa la mujer parida
camino hacia el Robert Reid,
y es que ya yo soy de aquí,
de una capital quebrada,
que tiene como carnada
a hombres con frenesí,
caminan como zombì,
sin encontrarse con nada...

Veo miseria,
veo coartadas,
oigo que entre carcajadas
disimula un desgraciado,
se instituye aquì el pecado
ya como modo de vida,
es el tumbe,
la perfidia,
es la falta de decoro,
se mata las esperanzas
y se frena el desarrollo...

Entre pobres y opulentes
debato mi recorrido,
viendo el tomar de aguardiente
y un nuevo que toma vino,
entre el jengibre y la arepa,
los jugos y el chocolate,
camino, camino...










martes, 16 de agosto de 2011

LA FAMILIA

Se ha dicho hasta el cansancio que la familia es la primera instituciòn, pues cada una de ellas, es la base y representanciòn de la esencia de la sociedad. En sus inicios, comienza por el esposo y la esposa, por el enlace sentimental de la mujer y el hombre. La mujer, como mandan las Sagradas Escrituras, debe ser virtuosa y habilitadora de su hogar. (hasta ahì de acuerdo, pues no comparto la interpretaciòn machistas de nuestro abuelo el Còdigo Civil Romano , asimilado por nuestro padre el Còdigo Civil Francès o Napoleònico). El hombre, cuando asimila de manera positiva tales conceptos, debe crear los pilares de protecciòn de esa uniòn, la que en breve tiempo, traerà los hijos, tan amados y deseados, que son mucho màs que la conjugación consanguìnea acompañada de amor.

Pero, podría ser grande el amor y convertirse en copa muy fina en manos resbaladizas. Y ¿què pasa cuando de forma unilateral ese amor declina...?. Comienza a vivirse un infierno que viene dando al traste con la inestabilidad de los cónyuges, y, peor aún, es como si esas dos grandes pendientes de un árbol genealògico dejan de emitir sus sabias, los azúcares que alimentan los tallos, cuyos filamentos y estambres, como si se tratase de tejidos, sus anteras dejan de fluir el polen, y los frutos, que son los hijos, comienzan a marchitarse. Si la pareja no opta por sacrificar caprichos y orgullos, aquellos no podrían florecer.

¡¿Què no daría por dejar de lado tanta ofensa y dolor, tanto orgullo infructuoso, perdonar y que me perdonen...?, para ver mis hijos sonreír con naturalidad, para curar de golpe y porrazo sus improntas emocionales  llenando de néctares y vitaminas ese árbol de la vida, la familia, mis hijos del alma, mis nietos, el que tengo y los que estàn por llegar, porque, al fin y al cabo, ¿quièn es el hombre sin familia que amar, dentro de estas sociedades carentes de apoyo emocional?

Podríamos separarnos de la pareja, pues obviamente, no hay fuerza terrenal, solo divina, que mande en los sentimientos, en el despecho y las heridas del corazòn... pero, podemos mantener la familia, trunca que fuere, reforzando cada día la uniòn, el amor, la solidaridad. Unirnos en el dolor, en la alegría, pero sobre todo, fortalecernos espiritualmente.

¡Los amo hijos...!.

lunes, 8 de agosto de 2011

ZURZA, SEXO Y MÁS... ``No hay placer que no tenga por lìmite el pesar``... (Lope De Vega).

Juan Cancio Valiente sentía patinar las gomas del viejo auto asignado por la compañía a la cual servía como jefe de seguridad. Buscaba en sus recuerdos en cuál de las entradas siniestras había dejado a la mulata alrededor de las cuatro de la madrugada. No se concentraba debido a la sinuosidad del lodo, el hedor nauseabundo del mercado, donde parecía ser el último lugar del mundo en que defecó el diablo. Las improntas soeces de los mercaderes lo hicieron salir de quicio y optó por irse a su oficina. ¿Para qué quería verla otra vez...?. Estaba bebido esa noche en que la usó sexualmente, apenas conocerla físicamente, no le pudo conocer el alma jamás; sólo recordaba la fresca sonrisa de una mujer mulata tirando a negra, que pronto abandonaba la adolescencia y con ella la inocencia que nunca conoció al llegar a un mundo de aguas sucias, sexo y más. Valiente, recién llegado a un mundo de aparente madurez, quería estar convencido de que esa mariposa de la luz en las noches, no le haya contagiado del virus del siglo. No fue necesario buscarla. Ella lo sorprendió en su oficina con la misma habilidad de Eva con Adán. A Valiente nadie lo sorprendía, claro está, sin su autorización, màs, él estaba interesado en conocer de cerca la causante de ese desatino.

Recordó que aquella tarde, luego convertida en noche letal, ella fue quien le abordó, mientras se escuchaba rumbosa a Celia Cruz entonando a Pinar del Río, allá, en ``La Vieja Habana``, donde se confundía el Son con el olor a ``Palo Viejo``, ``conuco nuevo`` y chicharrón: ¡``Hola...``!, ¿Qué hora es...?, pregunta ella. ``Son las cinco P. M.. ¿Dónde van ustedes...?, sigue preguntando. ``Hacia Santo Domingo, y tù...?. Y ella, abriendo su pequeña boca de gruesos labios y saludables dientes, contesta entre sonrisa: ¡``Yo busco ambiente...``!, ¿Cómo...?, ¡``Yo busco ambiente...``!, replicó.

Quienes acompañaban a Valiente eran hombres entrados en edad. Ella subió detrás, le tocó asiento con el màs viejo, mientras que Valiente al volante, deslizaba su mano derecha en las rodillas de la desconocida. Ella, entre veces le retenía la mano, buscando en aquel hombre de la vida alguna pista, como lo hacen las pitonisas cuando leen su palma, notando en él al oficinista, al intelectual, que se hacía el guapo sin conocer los rigores de la pala y el machete. Esas fueron sus excusas, cuando en ese segundo encuentro él le manifestaba su preocupación ante una cohabitación sexual improvisada e intempestiva. ``Se que lo hice mal...``, dice ella. ``Pero... no te preocupes... estoy sana``. Él le responde: ¡``Ah si...?, ¿Y yo... no te preocupo?. ``No, para nada``, responde ella. ¿``Por qué tù  sientes seguridad de mi persona...?, le insiste él. ``Solo hay que ver lo hidratadas y bellas que son tus manos...``. ¡Acaba Eva de convencer a Adán...!. ¡``Vete... ahora``!, casi le grita Valiente, quien auguraba que estaba comenzando a nadar en aguas turbias, aunque claras arriba, como la de los ``Tres Ojos``, pero en el fondo sucias y contaminadas como ``La Zurza``.

El olor al lodo fétido del mercado comenzó a convertir en tormento la vida de Juan Cancio Valiente. Era hombre de la vida, pero formalista. Adoraba a sus hijos, y, aunque con su esposa sus relaciones fueron entre veces incómodas, nunca quiso perderle. Sabía que no tenerla, significaría medio perder sus hijos, la estabilidad de su trabajo y acogerse a mucha carga emocional. Valiente era hogareño, muchas veces, o en su mayoría, sus fiestas eran hogareñas, con los amigos ``selectos``, el chivo, el aguardiente, el merengue de acordeón, tambora y güira y el son montuno cubano...

Factores ajenos en su matrimonio que nunca tuvieron que ver con la mulata, marchitaron su relación de muchos años con la mujer que eligió para proseguir su estirpe. Se sentía orgulloso del linaje de esos Valiente que llegaron de Portugal alrededor de 1800 y mantuvieron el misterio de los genes. Valiente era vertical, le preocupaba que en sus escapadas, cuando el hogar ya no era agradable, no era acogedor, no estaba habilitado por la mujer virtuosa de que habla la biblia, etcétera, podría encontrarse por las zonas del mercado y Villas Agrícolas con delincuentes furtivos que ya habían pasado por sus manos de oficinista, aunque hechas de hierro en guantes de seda. Las entradas de los residentes de la Zurza parecían madrigueras y escondrijos de ratas. Valiente, empero, se acostumbró ver salir a prisa ladronzuelos huyendo con prendas entre las manos, una y otras veces. Él sabía que el tigueraje lo conocía. De lejos distinguía al ``descuidísta`` y también al ``piadoso``. El primero, histriónico, hace una parafernalia que entretiene a su víctima cuando ésta se queda impávida observando un supuesto incidente, entonces el ``descuidista`` aprovecha y le roba. El ``piadoso``, en cambio, estafa su víctima vendiéndole algo artificial, falsificado, como  legítimo. La víctima se da cuenta cuando el ladrón ya ha doblado la esquina. Él no temía. Estaba consciente de que ``Cría Fama y Acuéstate a Dormir`` daba excelentes resultados en la vida. Reconocía en el delincuente una parte humanista, aunque profunda, que hacían de él alguien comprensible y domable. Se dio cuenta también de que el delincuente antisocial es demasiado inteligente, que conoce las bajas y las altas pasiones. Que conoce, además, las partes débiles y alcahuetes de un hombre con fama en su quehacer de combatir la delincuencia. Valiente se conocía. Admitía que la posición de caporal perro de presa le había llegado de manera circunstancial. Entonces actuaba y le quedaba bien. En el fondo, era màs un artista que un oficial con ínfulas y cara de perdona vidas. Pero cumplía a cabalidad  con su rol, era además honesto y vertical. Se le escuchó decir por màs de una ocasión: ``Si me hubiesen designado Gerente de Relaciones Públicas de la empresa, mi pose sería otra y lo haría muy bien. Estoy seguro...``.

Ya el hedor a lodo lo sentía menos, mientras se introducía por los laberintos de La zurza tras los delincuentes de la empresa, previa investigación. Las pesquisas traían consigo la satisfacción del deber cumplido y las lascivias espontáneas de rincones, de ron y sexo: ¡``Comando...``!, le dijo un tíguere... ¡``Utè no e hombre de eto pedazo, yo lo conoco..., yo se que ute no e malo...``!, ¡``Váyase``!, mientras el mulataje brillaba en las hembras, las que entonaban con ``Los Virtuosos``: ``Te quiero/ Morena/ Como se quiere a la gloria/ Como se quiere al dinero.../ Me muero/ Marola/ Te quiero.../ Por tu boquita de rosa.../ Por tu reír salamero.../ Por los ojos de tu cara.../ Ole y olé..``.

El sonido le traía el recuerdo de la mulata y sus improntas sexuales. Iniciada a destiempo en esos gajes, producto de su entorno social y una paternidad irresponsable arrastrada por una cultura de baja estofa. Su madre era blanca, gorda y hermosa. Su hermana mulata, como ella, gorda y bien torneada. Reflejaban ellas, una especie de emulación a las pinturas de Botero, donde se mezcla la abundancia con lo bello. Aquí había un contraste, y era el padre, un viejo platanero del mercado que, aunque negro y de ascendencia haitiana, era fino de nariz. Era un ser de cultura conformista, hacinado y confinado en una casita situada en un laberinto que nos llevaba hasta un hoyo, caminando y saltando grandes peldaños improvisados, hasta llegar a la ribera de La Zurza.

La mulata nunca quiso que Valiente conociera ese lugar, durante el tiempo de relaciones furtivas y casuales que para él y para ella, quizás, nunca tuvieron la intención de ir màs allá de una atracción maldita, alimentada por la lujuria del bajo mundo, el embrujo, la hechicería de esa morena que renegaba de su hábitat, pero que invocaba sus raíces con brebajes  en procura de amor carnal, que acompañaba de caprichos y egoísmo... Nada de eso detenía el curso normal de la vida de un hombre que, como Valiente, no creía en nada ilógico y superficial. En su niñez él había vivido ese mundo esotérico de la cultura haitiana cuando su padre laboraba en la industria azucarera y, aunque fue testigo de cosas inauditas, solo quedò impregnado del encanto de las negras y sus movimientos de cintura en su accionar obscurantista.

Aunque en principio la mulata no tenía en sus planes que un hombre como Valiente podría quedarse en su vida de manera definitiva, pues de seguro ella siguió sus andanzas de mariposa de luz en esas oscuras noches, la costumbre de aposento y sexo le fue imponiendo a la hembra un placer distinto. Era otra fragancia, un hombre muy diferente a la jauría que siempre procuró su encanto de mujer de la sabana... Por eso persiguió a este hombre en las tabernas, donde su oído de culebra en asecho percibía la música habanera de Villas Agrícolas, Villa Mella y Villa Consuelo. Lo acosaba hasta en su trabajo y medraba, incidía en sus delicadas funciones, aprovechando, quizás, conocerle su estirpe de caballero. Alborotaba los corrillos de la membresía, la vigilancia, cuando se cuestionaba el contraste de un hombre aparentemente singular con una cotidianidad tan banal...

A tiempo, aunque con los pesados estragos sobre sus hombros, logró Valiente despojarse de esa agridulce relación. Era necesario tener valor frente a los acosos de esas bajas pasiones. Era mujer de placer y muerte a la vez, que llevaba en su mirada la vocación oscura de la magia negra, de hurgar lo recóndito del misterio; tormentosa, de diabólica sonrisa, aunque encantadora de serpientes. Era màs mujer que madre; alumbradora de hijos de dudosas paternidades, especie de Satanás tumbándole el pulso a Dios en las santerías de un Anticristo...

Valiente acrecentó su fe en el Dios verdadero, al que llama Jesús, para èl, Cristo es un título del Clero Católico, y, entre los salmos 23 y 91, no sin antes leer en voz alta la oración a ``La Santa Camisa`` y otras tantas improntas de las creencias populares espiritistas, alejó las malas corrientes e influencias que medraban en su alcoba durante las noches; a los fétidos olores que se sienten cuando prenden luces de maldad, incluyendo ese espectro sexual femenino que se acostaba en su cama, empujaba su esposa; ella lo sentía, mientras acariciaba a Valiente sin causarle miedo, porque se imponía y lo acostumbraba a ver, y no precisamente en éxtasis , el modo operativo y hasta placentero de una relación en tempestad, donde nunca se llamó al diablo, pero él llegó.

Fue un desprendimiento muy amargo, pero de frutos bien dulces. Al despedirla, ella murmuró palabras incoherentes, mientras se le perdía la mirada; su cuerpo dispensaba misterio. Joven aún, sus carnes se aflojaron, ya no brillaba su piel ni sus ojos que comenzaron a dejar caer sus palpados. Se alejó màs vencida que vencedora, con torpeza, con cansancio, como si admitiera una vejez prematura, secular, tal si fuera enviada de otros tiempos, perdida en el espacio... ¿Piensas matarme...?, le preguntó a Valiente. ``No...``, le contestó. ¡``No soy un asesino...``!, ``Solo te pido que esta vez te alejes para siempre...``. Acotò. Mientras la observó perderse en la calle sin rumbo, tropezando como si peleara con la muerte que buscaba nuevas víctimas en su ominosa fantasía. Él quedò sentado en la sala de su casa de soltero, pasando revista a cada momento, a cada detalle... se sentía diferente, descansado, al lograr encontrar la brecha de salida de una situación infernal, aunque admite sentir las laceraciones de un viaje infinito; mas, ahí lo veo que va, herido, Juan Cancio Valiente, dándole frente a la vida, camina y camina...























































































































































































































































































































viernes, 5 de agosto de 2011

¡HAY QUE ABOLIR LA ``DEMOCRACIA``...! (Escrito publicado por nosotros en el periódico Ultima Hora de fecha 20 de abril de 1992).

Me resulta muy difícil emular a los que aún sostienen la esperanza en la democracia. La democracia no fue más que un sueño de los gobernados. Es la utopía de los que a ella aspiran de buena fe.

Hay quienes opinan y con sobradas razones, que pueden estar corrompidos los hombres, pero que las instituciones no son malas en sì mismas, por lo que debemos adecentarlas, estimulando sus aspectos positivos frente al poder omnímodo, etc.. Pues hay que estar claro que las instituciones no existen sin el factor humano. Los edificios que las alojan no las santifican, aunque el hábito hace al monje, y las leyes escritas que adornan sus archivos son letras muertas a la espera de un resucitador del pueblo.

Las instituciones son el conjunto de ideas, usos, valores y creencias que forman un todo coordinado y orgánico, lo que significa que no son tales sin la presencia del hombre. Luchar por el establecimiento de una democracia real, cierta, sin comillas, es lo ideal. Pero, esta bien llamada democracia surgiría como consecuencia de un proceso de concientizaciòn ciudadana.

Dicho proceso se encuentra obstruido, es oscuro el camino a seguir, pues son más numerosos los que delante llevan la tea lúgubre, aquella que tiene el símbolo de la corrupción, de la desinstitucionalizaciòn y de la muerte. Los menos numerosos tenemos sed de patria, de bandera, pero nos encontramos oprimidos, mas bien aplastados por el desenfreno, el libertinaje llamado ``democracia``.

La futura generación polìtica, la esperanza de los pueblos, se representarà por ``jevitos``, desabrochados, de estilos raros, unos, mal olientes y soeces, otros, porque tenemos ya la mala simiente como plataforma imperecedera.

Es desde lo alto que tenemos que frenar. En la mayoría de los casos no es la decisión de grupos lo que influye, sino la capacidad de un hombre, de un líder, de esos que permanecen soterrados y surgen luego en un momento coyuntural histórico de la sociedad.

Faltan siglos aún para que, con la conciencia social, los pueblos den paso franco a las democracias reales. Mientras tanto, nos urge abolir la ``democracia`` y, con ella, un poder legislativo inoperante, rutinario, explotador y desacreditado, y un poder judicial asqueante. Nos urge desterrar, dentro del Ejecutivo, todos aquellos personeros causantes del deterioro público y la pérdida de nuestra identidad como nación. ¡Ojalà surja la gaviota que cruzando el pantano no manchó sus alas...!.