Como rayo cuyo fuego destruye la palma desde el cogollo hasta las raíces y otras simientes, comienza el año, imponiéndonos una cotidianidad agorera en pico de halcón; explosiones, siniestros, tempestad de muertes y pasiones, ciclón; emociones que se ciernen entre el silencio y el miedo, caras alegres entre las muecas asustadizas de los tiempos; nos tememos unos con otros, predispuestos, pues el que ríe sin remilgo, desde lo lejos, parece hacerlo por todos; diablos con tenedores en manos, verdugos del sufrir en el transcurrir de la vida, mas, muevo mis pasos, aún ufanos, tras el oasis perdido, y, entre broques con espinas, camino, camino...
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