Era sólo el sembrado y el camino, la distancia era un portón envuelto en púas e improvisados enlates, era un corazón que late, y en su sonido el gemido; recuas que levantan la polvareda y dejan huellas de herraduras donde había lodo, amargura, mientras absorbo tu hermosura con olores de aparejos, de pieles y entretejo que se confunden con ternuras en ese conuco nuevo; allá, a lo lejos, se escucha el tiro furtivo al asomo de un cielo nuboso y gris, mientras se siente el meloso de tu encubierto carnoso de abrigo, percibo en tus ojos brillo, boca de miel que deleita, pasión, amor, en besos con frenesí...
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