No importa el domingo pinte soles de colores y rayos entre los escondrijos delatados por rejas indiscretas del silencio. Lo que no me mata me hace fuerte, emulador del roble que se ufana de ver pasar las tempestades; mis heridas son trofeos de amor a quienes la vida me ha permitido servirles mientras respire. ¡Que viva el afán!, si su acicate late con fuerza y es panacea de cariño...
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