Y con tu partida, tía añorada, vas estrechando el cerco, cerrando el círculo de lo que constituye esa familia materna, en cierne, ¡oh hermana de mi madre!, que con tu pose inerte involuntaria me retrotraes a sentimientos de llagas perennes.
Involuntaria partida, pues te agrego a la lista de l@s estoic@s, esos elegidos por Dios para que, como su hijo Jesús, ofrezcan sacrificios con la única recompensa de reposo absoluto, entre un cielo de azules nubes y copos de algodón.
Me inclino reverente ante tu última morada, donde literalmente no habrá nada, tu alma anda volando tras los encuentros siderales; ¿tu mayor de los pecados?, a ultranza ser una madre...
¡Paz!.
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