Asì rezaba un escrito frente a nuestra casa. Estaba impreso con pintura a presión en la verja de bloques de la residencia de unos vecinos muy apreciados. Destinado a mi padre, como se lo dirigieron a otros antiguos soldados u oficiales de la Era de Trujillo; muchos de los cuales fueron muertos a tiros de manera furtiva, con asechanza, cobardemente; grupos de tipejos que se denominaban de Línea Dura robando bancos, asaltando bodegas y lo justificaban como ´´confiscación revolucionaria´´.
Mataron la revolución post Trujillo, echando por la borda lo que pudo constituir un Estado de derechos sobre una plataforma jurìdica de leyes debidamente elaboradas, tanto asì, que la democracia clàsica no ha podido derogar. Dejaron escapar la instauraciòn de una democracia real que rompa de una vez y para siempre con el espectro del dictador, añorado por muchos, debido a las veleidades del sistema. A tiempo se dio cuenta el sujeto, jefe de esa aceitada maquinaria delincuencial, que iba a herir mortalmente la mano que le ofreció de comer y lo liberó de las ergàstulas balagueristas por llevar un apellido accidental, benemérito de la casualidad, de esos que se tuercen con linajes equivocados.
Quizás no fue el fondo, sino la forma. Pues entre las diversas organizaciones de izquierda que enfrentaron la guerra fría combatiendo a Balaguer, hubieron connotados y valiosos hombres, eruditos e intelectuales entre ellos, y otros, adornados de prendas morales y honor como estandarte. Éstos no murieron enfrentados, ni de la mano incluso de Balaguer, un simple cómplice del silencio; los mató la Embajada Norteamericana en su afán de exterminio al comunismo y al nacimiento de una nueva Cuba.
Por suerte mi padre muere por obra de Dios, llevándose consigo su hombría de bien y su clase; los de la Lìnea Dura fueron cayendo uno por uno, enfrentados entre sí, y su baja estofa creó la base del país que hoy vivimos; sin ideales, ni memoria, indolente y servil...
No hay comentarios:
Publicar un comentario