´´La mayorìa desconoce lo que realmente somos; mas, todos ven y aceptan lo que aparentamos...´´ (Nicolàs Maquiavelo).
Todas las naciones en algùn momento de su historia tuvieron que combatir e independizarse de alguna potencia, que, de una u otra manera, forman parte de la misma etnia racial. Desde el imperio romano y el terror que representaron los gladiadores en su coliseo, las ramificaciones consanguìneas se hicieron presentes en lugares que posteriormente asumieron el habla anglosajona, pero que genealògicamente se diseminaron en Europa, sobre todo España e Inglaterra, lugar este último de donde se independizaron los norteamericanos. Por motivos de independencia y patriotismo, los seres humanos han tenido que volver la cara atrás y combatir su propia sangre.
Màximo Gòmez tuvo que pelear en Cuba en contra de su no lejana ascendencia. La comidilla de algunos intelectuales dominicanos es que debiò hacerlo aquì, en Repùblica Dominicana, pues el guerrero es banilejo de nacimiento. Pecamos quizás de reiterativos al afirmar que Gòmez tuvo que salir para proteger su familia del acoso racial de algunos restauradores en contra de los descendientes blancos, sobre todo españoles, en dos bastiones importantes: Peravia y Santiago de los Caballeros.
Sin embargo, el ilustre banilejo no regresó al país porque precisamente se encontró en Cuba con la invasión española y su primera hospitalidad fue en los caseríos de los negros mambises a quien le retribuyó la misma con afectos y solidaridad, los entrenó para la guerra y nunca se avergonzó de tenerlos como aliados; diferente aquí en la restauración dominicana, que su primer presidente de gobierno, el general de ascendencia española Pepillo Salcedo, fue mandado a matar por el medio haitiano Gaspar Polanco por aquel ser blanco, y la institución restauradora como tal, justificó la acción aduciendo que Salcedo era muy conciliador, no apto para la guerra.
Pero la historia y los que la contemplaron de cerca, son los más indicados para juzgar, no aquellos que leen buscando las inapetencias personales.
Me emociona interpretar al Fray Cipriano de Utrera, erudito español, en su interesante folleto de 1929, cuando habla de la genealogìa del caudillo, buscando todas las ramificaciones desprendidas por los Gòmez y los Bàez, y establece que entre sus abuelos se contaron sevillanos, malagueños, jerezanos; de Bilbao, Galicia, Francia; y muchos de ellos tuvieron por noble oficio las armas; fueron capitanes del rey, tenientes, sargentos y soldados.
Josè Gòmez, bisabuelo, fundador del tronco de los Gòmez, tuvo por oficio la milicia, dice el fraile, allà por el año de 1700.
Los dos apellidos del cèlebre general revelan el origen del hombre: Gòmez y Bàez, y su fisonomìa, su porte, y su temperamento descubren la prosapia del conquistador audaz y temerario que acometiò la èpica hazaña de la exploraciòn y dominio de las Amèricas. La figura de Màximo Gòmez, su talante, sus maneras y el mismo color de su tez nos dicen claramente que sus antecesores pertenecieron a los tercios españoles de Extremadura y de Huelva. Y dice Utrera, y los generales de la guerra que examinaron su paso por la vida, que Gòmez naciò para la guerra, para dirigirla y para mandar a los demàs hombres, ya fueran soldados de fila, ya oficiales. La autoridad de Gòmez se imponìa a todos; siempre era el general, siempre era el director, siempre el jefe absoluto y dominante... Invoco por ùltimo al ilustre Eugenio Deschamps, cuando recibe a bordo del buque al guerrero en su ùltima visita a Santo Domingo: ¡Oh salve Màximo Gòmez, resurrección de la epopeya!!!!!.