NAPOLEÓN BONAPARTE (1799-1804; 1804-1814), rigió los destinos de Europa desde su imperio francés, afianzando incluso un código jurídico parido de Roma, que abarcó prácticamente la mitad del hemisferio y nos hace a los dominicanos legalmente nietos del mismo; más que el hombre amoroso y apegado a los principios patrióticos, fue el estratega guerrero asociado a los gajes de su propia gloria, hasta ser humillado en Waterloo, Bélgica, cuando fue desterrado por los británicos en la isla de Santa Elena, donde falleció; ese forastero conquistador del mundo, sí, ¿Máximo Gómez, no?; lo mismo SIMÓN BOLIVAR, FRANCISCO DE MIRANDA, impusieron sus destrezas en América del Sur, inspiraron a América del Norte también a buscar su libertad, cuando esos blancos anglosajones y descendientes de tribu(s) americanas estuvieron subyugados por los ingleses; BOLIVAR conquistó, a su antojo, eligió a quién defender del imperio español, sobre todo, como cuando prefirió defender a Haití, mirando de soslayo a los dominicanos; ellos, sí, ¿Máximo Gómez, no?; el argentino ERNESTO (CHE) GUEVARA DE LA SERNA, aliado a Fidel Castro en la revolución cubana, llegado desde México; carismático, médico, algo ´´altruista´´, aunque al final enseñara el refajo en la parte política estatal, convertido en armamentista, jefe de logística militar y encargado de fusilar los desafectos de flamante régimen cubano, hasta marcharse a Bolivia, con ínfulas de libertador, cayendo en las garras del dictador René Barrientos y sus guardias; ILLIO CAPOCCI, italiano, instructor de los hombres ´´ranas´´, en la revolución dominicana de abril de 1965, heroicamente recordado, como también lo es DELIO GÓMEZ OCHOA, cubano, aunque no disparó un sólo tiro, pero héroes al fin; ellos, sí, ¿Máximo Gómez, no?.
¡He dado la espalda a mi hogar querido!, se lamenta Gómez en su diario. Se lamenta por la esposa y por los hijos que han de quedar abandonados; pero Cuba consigue su libertad al filo del machete dominicano. Asiste al Congreso cubano con los andrajos de la guerra aún encima; se niega a aceptar la presidencia de ese país, ´´le corresponde a un cubano´´, aduce; mientras en las páginas de su diario de guerra aún brillan como escritas en hilos de oro sus memorias: ´´no, no acepto disponer de los fondos de la revolución para comer, pues precisamente, ese dinero es de la revolución´´; ´´la guerra enaltece al soldado, mas, el poder lo corrompe´´; ´´si merezco recoger la flor, prefiero hacerlo a la altura de mi caballo´´; entonces, allá, en su rancho de El Calabazar, ante una comisión de notables, esgrime su último sablazo: ´´ya la hamaca no me es cómoda, siento una extraña sensación de estar junto con ellos, los potros, en el prado; parece ser que la tierra me está llamando incesantemente a su seno´´...
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