Era viérnes,
cuando el crepúsculo
rojizo terminó por ocultar
su último rayo de sol;
parecía deshacerse el cielo
en aguas y truenos con furor;
Tormentas eléctricas que
el firmamento iluminaban,
como fiestas de estrellas y
luceros que anunciaban
tu llegada...
¡Oh hija amada!,
entre sábanas perfumadas
y arrullada por tu madre,
hiciste de mí, tu padre,
aquel hombre muy feliz,
y corrí, corrí,
después de percibir tu
aroma subliminal,
la calle tuvo que contar
lo perenne de mi risa,
a prisa, camino al bar,
la pasión, pues me dijo el
corazón que comenzaba a
soñar, entre nubes de algodón
y licor para brindar...
Trajo tu dulce inocencia
esa gracia cuan esgrimes,
era una noche de amores
de estrellas en los jazmines,
luceros que cortejaban
con cantos de querubines...
¡Te amo!.
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