viernes, 6 de septiembre de 2019

¡HASTA QUE SE MARCHÓ! (II).

FRANCISCO ANTONIO GONZÁLEZ SILVERIO (Chico González), político, escritor, pero, sobre todo, poeta, quien desapareció al echarse la paloma del balaguerismo, incluso, cuando ya Leonel Fernández gobernaba la nación, por lo que no se cuenta entre los que perdieron la vida por desafectos al sistema.
¡´´Francisco Alberto Caramba´´!, una de sus célebres composiciones dedicadas al héroe de la revolución de abril de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deñó, es un himno romántico, parece sacado de las fibras más sensibles del corazón.

Chico González fue un poeta nato, su cara representaba al adusto joven que se identificaba con la rebeldía de los tiempos, creyentes en lo que debe ser, quien miraba con agudeza y no de soslayo las estructuras y los imperios que deben caer, pensando que detrás de esas torres, áticos y capitolios está la parte buena del hombre; la utopía del poeta, la nostalgia por lo desconocido, la ignorancia sobre ese hombre y su perversidad como ente de la creación.
Chico González desapareció y, a decir de algún connotado poeta y literato, aquel sólo se esconde en su intimidad con la utopía. Lo creo, era toda una época de ilusiones, de sueños, de inocencia hecha hombres que caminaban con el alma. Lo creo, sólo se marchó como el poeta consumado que descubre a tiempo que la sociedad no es suya, no hay cupo para él, ni para los sensatos, ni los eruditos liberales, ni los sabios, ni los ilustrados que siguen el camino de aguas frescas y claras sin que los alcance el despotismo.

¡Hasta que se marchó!, para partir airoso, indemne, incólume, de los tentáculos de un mundo perdido, donde, en su escondrijo, habla con las plantas del camino, las que no sembró hombre alguno, saluda al rayo de sol  cada mañana, habla con las aves y la sabana cuyas voces hacen ecos en el cielo, compenetrado con su soporte estoico, esperando su física muerte, la que eligió, lejos del lodo humillante de la muerte de sociedad, del cieno de la falsedad humana, de esa que expresa en su epitafio Francois Robelais: ´´Abajo el telón, la farsa ha terminado´´...

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