Escuchar esas voces
infantiles de afectos,
¡abuelo!, ¡abuelo!,
emiten un sentimiento
entusiasmado de amor,
sí, esa sublime sensación
que del infinito trae el instinto,
por generación,
quitándonos el dolor;
Nos enternece,
y nos volvemos a sentir amados,
dos veces;
de las voces intactas de los hij@s
en una etapa perenne,
donde estoy anclado;
¡No, no he marchado!,
aún me encuentro apostado
en sus ciclos de ternuras,
en cierne,
vuelve el sol,
se va la luna,
tesura de seda en sus pieles;
Lágrimas que por mis mejillas
ruedan,
son ellas besos que vuelan
como copos de algodón
recogidos por el cielo,
¡oh, entrecogido corazón!,
comienzo de vida que anhelo...
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