El puerto, finalmente, te enseña la frontera en sus masas enormes de agua, lujoso yate con piraguas donde la despediste con su glamour y fascinación, bella; sonidos que los cantos de sirenas hacen alegóricos, imágenes de enormes rostros de misterios, dioses, también imaginarios, en los nubarrones crepusculares manchados de sol, galeones perdidos y encontrados sus restos entre óxido y arena, cayos que esconden las penas de amores que deslumbrados miraban las estrellas; y despiertas, por el ruido estruendoso de las rampas, roces de hierro de contenedores de infaustas mercaderías, porfías, peligros a la deriva, músculos sudorosos que halan gruesas cadenas que te arrastran la vida...
No hay comentarios:
Publicar un comentario