¿Por què te escucho, silencio?, me mandas tu aviesa brisa con sus silbidos siniestros; voces que surcan mis oìdos me obligan a responder; entre pupilas adormecidas veo caminar la mujer, esa de hermosa cintura y con risa de cascada, que, al final es cascabel... y en sueños recorro montes, mi Sur lejano, palos amargos que la luvia reverdece, camino entre gotas gruesas y el olor a clorofila que me dicen que la vida es volver a los recuerdos, cuando allà, en mi pequeña ciudad, la de afluentes y caudales, tambièn encuentro humedales, desvencijas, yermos solares; serpentino y sempiterno a la vez, camino en cierne, al revès, se me perdiò la mulata, pues busco de casa en casa hablando con los espectros, aquel amor de mi pueblo que jurò jamàs volver...
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