Me llega el ciclo en que el péndulo de la tristeza del que habla George Nouel Byron, incita las lágrimas que corren por mejillas; a vece se esconden en los bajaderos de unos ojos profundos que sirven de asidero a la sal de la amargura.
Preferimos quedarnos en los ensueños tenues a estar de manera física, aunque ausentes, en medio del escándalo llamado fiesta, que nos expulsa, sin proponérselo quizás, ofreciéndonos de holocausto a dioses imaginarios como premio exquisito a sus despropósitos y castigo perenne a los recuerdos de antaño; las cuerdas que casi hablan y encantan, a la poesía, que además de declamada, también se canta, y aquel amor verdadero.
Así, prefiero al vivir, el sueño...
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