El Senado, del latín senatus, que significa Consejo de Ancianos, tuvo como fin crear la institucionalidad en las leyes servidas por personas experimentadas.
De los sabios, por ser mayores, se desprenden ´´las Curias´´ o conjunto de abogados, escribanos, procuradores y empleados de la administración de justicia.
De las curias nacen las curules que hoy ocupan senadores y diputados en la civilización, y de Lores y Comunes en Inglaterra y el llamado Reino Unido; jóvenes en su mayoría que, con honrosas excepciones, son entelequias catapultadas por la partidocracia corrupta.
Hoy, el edadismo ha bajado del trono la majestad de los hombres y mujeres de edad, desde las cortes judiciales, militares, siendo Máximo Gómez, en este último caso, de los pocos ancianos que llevaron a la tumba su dignidad agarrados del cabo del machete.
El cetro católico, símbolo de poder desde las simientes ortodoxas y religiosas de la humanidad, ya descalifica al anciano para continuar el trillo que le conduce a representar a Dios en el Vaticano.
El trabajo honrado y el deber cumplido tienen ausencias de ancianos; sólo caminan arrastrando el morbo de una sociedad humillante, no importa cuanto se maquille, pues, como la pobreza, la vejez se ve de lejos.
¡Mi don! ´´Aún no le han depositado´´... Suele escucharse en los bancos cuando procuran la pensión irrisoria que los convierte en huérfanos de solemnidad.
Finalmente es un premio, para los que vamos caminando pendientes de nuestra vulnerabilidad; adoloridos, quizás, con una carga inmensa que no nos pesa; es un fardo que llevamos a cuesta repleto de dignidad...
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