Matamos al monstruo el 30 de mayo de 1961, para despojarlo de un Estado y sus estamentos que hoy carecen a ultranza de institucionalidad.
Matamos al sátrapa, al megalómano, para multiplicar el ego y la ostentación de un poder que hoy no tiene valor intrínseco; por lo incierto de su economía, su moneda, el trabajo honrado y su permanencia; las seguridades, social y pública y mucho menos nacional.
Lo matamos para terminar de golpe y porrazo con el ´´Foro Público´´, con personeros como Jhonny Abbes García, Ciriaco De la Rosa, Alicinio Peña Rivera, Cesar Rodríguez Villeta, Cándido Torres, Tavito Balcácer, así como el temible teniente Ripley, entre otros, para cambiarlos con creces por sujetos sin perfil de oficiales; entelequias que son alcahuetes consumados y uniformados al servicio del microtráfico y negocios sucios en las cárceles del país y en los sectores marginales de la sociedad.
Los hemos cambiado de manera sorprendente por las infames y vulgares plataformas de ´´influencer´´, soeces y sembradores de subculturas malignas y perversas, con escasas honrosas excepciones.
Matamos al Cesar y con él un Servicio de Inteligencia Militar (SIM), que contó con la colaboración espontánea de hombres y mujeres denominados ´´calieses´´ o ´´chivatos´´, para cambiarlos por empresas privadas, asociadas o no a los organismos de inteligencia del Estado, para matar reputaciones, para el chantaje, y, por ende, el enriquecimiento ilícito; siguen el curso legal o ilegal al dinero del peculado y mueven desde lo alto los niveles más escandalosos de corrupción en contra de un pueblo sensato y ciego.
Matamos al Perínclito Barón de San Cristóbal y pusimos en vigencia una democracia sustentada por el narcotráfico internacional y los crímenes y asesinatos más aberrantes del bajo mundo.
Llegó la alta tecnología al país y los drones no ven la migración fronteriza como un círculo vicioso de corrupción letal, que le quita el pan de la boca y la salud a los pobres dominicanos, además del derecho a la soberanía nacional.
Matamos al hombre aquel, el del bicornio emplumado, y con su muerte crecen las escorias y bichos carnívoros que carcomen y permean cada rincón de servicio digno a la Patria y el futuro promisorio de nuestros hijos y nietos...
¡Que pena y asco!