Así me llamaste, hija;
no se sabe si fue la brisa
o tu condición rebelde;
peyorativo, quizás,
pues mis mimos son no
verte en una tristeza yerta;
es poesía, nada más que
poesía que es lo que al
ser sostiene, alimenta,
como afrenta, es mi porfía.
¡Ay del que no se refugia en
en ella!
La hostilidad desafía;
no hay dinero ni mejor canto
que contraste con la vida,
desde el amargo y el dulce,
sus gozos y sus heridas.
¡Hija! ¡Amada hija!
Déjame terminar la vida
en burbuja de recuerdos;
arrullado en tu sonrisa linda
tímida como la flor,
cuando sentía que tu amor
era mi néctar eterno...
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