¡Holocausto!, ¡expiación!, son expresiones del génesis, principio de todo cuanto acontece; dice el viejo testamento bíblico que, Aarón, hermano mayor de Moisés, fue el primer Sumo Sacerdote de Israel; un rayo mató a uno de sus hijos que servían de clérigos; su muerte bajó de los cielos por violar los protocolos de la expiación en el altar ´´sagrado´´; allí, precisamente, allí, se degollaba el carnero, el vistoso becerro, las mejores cabras o corderos, se disipaba la sangre en el templo, se sazonaba la carne con las especias más agradables, de sabores y olores que agradaran a Dios.
¿Brujería de blancos?.
¡Malditos dogmas!, asotanados, sectarios; mil veces malditos los turbantes, las sotanas y los velos, que entre esconden ojos que asechan como la peor anaconda del desierto.
¡Maldita Guerra Santa!, mil veces maldita ´´Santa´´ Inquisición; legionarios, templarios; ¡maldito papado!, del hombre, la bestia mayor...
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