Porque no todo puede ser voces agoreras; parecen aves de mal agüero toda autoridad sanitaria nacional e internacional; los que acogen e informan como un aliciente, otros, les echan una cubeta de agua helada en contra, sobre todo, de los más pobres, de los que no pueden adquirir el medicamento caro aquel; que si la invermectina o la dexametasona son efectivas, hasta que ya no queda ni media en las farmacias dominadas por el capitalismo salvaje; que la alta temperatura favorece, lo que para algunos científicos médicos constituye una estupidez; que el mejor remedio, hasta ahora, es el uso de la mascarilla, pero otros opinan que afecta el cerebro y los pulmones, porque inciden en el libre tránsito que purifica la circulación de la sangre; por eso vemos tantas personas, incluyendo notables, escupiendo micrófonos sin la bendita mascarilla, gritando discursos frente a un público incauto.
Porque el mundo no puede seguir con imperios como los EE.UU. gobernados por locos, psicópatas, como tales son también los que no han tenido el valor de sacarlos de ahí, pues a mejores presidentes han matado en los EE.UU., como es el caso de Abraham Lincoln, quien se llevó la gloria de abolir la esclavitud.
Porque una nación de ocho millones de kilómetros cuadrados como Brasil, que tuvo la grandeza de independizarse de la Corona Portuguesa, no debe ser gobernada por un loquito; porque más locos que Adolf Hitler fueron los oficiales que por miedo obedecieron al desquiciado de manera inexorable.
Porque Dios meterá su mano y misericordia por una pandemia producto de la acción impertérrita del hombre...
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