Con tu partida, adorada prima, se cierra el capítulo de los juegos pueriles y felices que, a nuestra edad, conservásemos en los sueños, en la nostalgia, allá, en Jaquimeyes, haciendo surcos en una tierra arenosa que nos advertía de un río que serpenteaba y cantaba.
Bajo los cocoteros cuasi centenarios que se movían danzantes sobre nuestras cabezas, atormentados por la brisa cuaresmal que tu risa se robaba. Vivían aún los abuel@s, los que interrumpían las inocentes improntas que nos ocupaba; la llegada de los tíos y tías nos llenaban de esa vana ilusión de que vivir es para siempre, como, en efecto, ellos se quedaron en nuestras memorias y corazones mientras, tú y yo, vemos estrechar cada vez más el círculo de amor filial, familiar.
Y, con tu retirada tímida y sensible, nace otro sueño, la fantasía y el anhelo de reencontrarte un día, junto a ellos...
¡Descansa en paz, prima entrañable!.
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