No se justifica ni se compadece tu ausencia, madre del alma, cuando te sueño en aciagos días mantenerte en vilo ante mi cama-cuna; aún percibo el ungüento caliente en mi pecho, tu susurro de oraciones, hermosísimas canciones en tono bajo, en lo que arropabas una fiebre que era preciso sudar; cómo no he de recordar ese amor de corazones que hoy lloran y se anteponen a una crisis singular...
Entre el frío inusitado y una llovizna intempestiva, me siento tal cual leoncillo en busca de la madre perdida; no, no me digas que el abrazo hoy se extiende a largo plazo y que me acortas la vida; ya me rebozan los besos, entre llantos, al no poder abrazar, mis niet@s, hij@s de mi corazón, amig@s, herman@s; bien ya sabía de antemanos del castigo literal; ¿Y mi novia?, la de antaño, la que al correr de los años jamás he vuelto a encontrar; ¡oh mujer de mis ensueños!, háblame de tus misterios y este amor tan otoñal; impídele al pesimismo no conducirnos al abismo de un cariño sepulcral; recreando aquellos besos, mutación de caracoles, que con tus ojos de soles se iluminaba el cerezo...