miércoles, 12 de febrero de 2020

¡ALLÁ, POR LA RUTA DE MI PADRE...!.

Sacro y petulante el poeta que se cree dueño apegado al recuerdo vano; la naturaleza, los años, no son dominados por la utopía de sus sueños; mas, papá, aunque tu lejana partida ya atravesó el horizonte, no cesa tu presencia hombre, ni la vida castigar, paradigma, caporal, batallador del trabajo, hacedor de mil amores al galopar del caballo...

Adentrado allá, en los montes amargos, en tu cabalgar eterno, levantas la polvareda entre estragos con luces y truenos; se siente aún tu espectro, ajeno, en las comarcas de ensueños, monturas de olor a hule, lazos y fustas de suelas al correr tras los potreros...

¡Paradoja!, pues marchas de todas formas y el perro sigue ladrando al silencio de la noche, a la pradera, al taciturno cualquiera que de torpe tropezara, mientras la chicharra gritaba consumida en la madera...

¡Ven padre!, ¡ven a ver tu escuela!, la que forjó mi carácter contra viento a toda vela; ven y observa los canales y la siembra, el regadío, las plantaciones; se secan los corazones y lloran los amoríos... ¡Sigue en paz, padre mío!.

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