En papel de estraza escribe lo que fue su recorrido a ese lugar, donde su tiempo de esplendor desdice de la mujer que quedó atrás, en algún sitio, y que una vez fue la química que energizaba las pasiones; hoy, es toda máquina fría, como las colas inusitadas del tráfico del día; se está yendo con la vida, como la música que ya no se escucha en sus añoradas villas, donde sólo su encuentro furtivo con una mujer lo obligan a estirar sus músculos que ya comienzan a cansarse; saluda, y reconocen al hombre de aquella época de oro, pues eso es la juventud, oro postrado sólo ante los años que se llevaron a sus compañeros de taberna. ¡Muriò Fulano!, ¿cómo?, sì, ¡y Mengano también!, ¡igual que Prensejo!, ¡y ya Sutanejo no levanta el codo!, abatido por el plomo de su taller de fundición; ¡triste!, pero es que aún huele a ron, se escucha o imagina entre esa taberna, por complacencia al añejo quizás, el Son montuno lejano, entre sonetos, recostado y ufano de aquellos que pese a lo lejos, llevan a su boca el trago apurando la espera de la hembra...
No hay comentarios:
Publicar un comentario