Y el otoño nos enseña que algo está llegando a su fin, para bien o para mal, cuando dirigimos la vida con ansias carnosas y tropezamos con las huellas que dejan los placeres que se desvanecen como espumas viajeras. El otoño nos enseña las hojas secas que vuelan con la brisa cálida y húmeda de la adversidad; avisando que se avecina el verdor y las flores de una primavera envuelta en romerías tormentosas de amores y desengaños; también amores sinceros, que recogemos del suelo entre el suspiro y el llanto, la risa, el canto y el sin igual ¡te quiero!; plata que cubre nuestras sienes, que de intención nos delata, nos dice que casi viene la memoria y nos rescata, nos conforta, nos retrata, invitándonos a un sueño de vivir en nuestra casa al amparo de unos labios en luna llena, rayos de sol, canciones de serenatas, que aún besan y arrebatan...
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