Difícil aceptar el poema de Kahlil Gibran: ´´tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de si misma; no vienen de ti, sino a través de ti, y aunque estén contigo no te pertenecen...´´ ¡Que cruel!, aunque exquisito en todas sus partes, sobre todo, cuando nos dice que podemos darles amor, aunque no nuestros pensamientos. Normal, y ojalà los suyos sean más sensatos que los nuestros; somos el arco, del cual nuestros hij@s como flechas vivas son lanzados, y en realidad, y a la postre del poema, eso soñamos, eso queremos; dejar que la inclinación en nuestras manos de arqueros sea para la felicidad.
Recuerdo, adentrado en la adolescencia, como dirìa Tomàs Morel, un muchacho engreído, a quien la vida se le entró por los ojos antes de que terminara la mañanita fresca de su inocencia, cuando mi madre me reprochaba y corregía los entuertos, diciéndome: ´´quisiera tenerte nuevamente en mi vientre para protegerte´´, pues todo padre o madre es como Dios que de su hijo o hija quiere hacer un Jesús o una Marìa llena de gracia, con el sacrificio enmendado y subsanado desde lo alto; la bendición de la gran prole de Abrahan por fecundas generaciones, entre reinados y otras noblezas como preseas del que da el oro y la plata.
´´Hij@ de gat@ cazador@ es´´, ´´mata de ahuyama no pare calabazas huecas´´; mas, otras bendiciones de enclaustradas y románticas afloran en los misterios de la vida, pues Salomè Ureña de Henrìquez, intelectual y unida por su esposo don Francisco Henrìquez y Carvajal a una familia de eruditos, logró con creces lo que al altísimo pidiere para su hijo Pedro Henrìquez Ureña: ´´Mi Pedro, no es soldado; no heredará de Cesar ni Alejandro los laureles, si alguna corona adornará su frente, la encontrará de sus estudios en los vergeles´´...