Admiro y respeto mucho al periodista Alvaro Arvelo (Hijo), porque de que sabe, sabe..., pero quien suscribe, y admitiendo que en cierta forma le enmiendo la plana a un intelectual superior, a un maestro si se quiere, se permite disentir del erudito señor, en el sentido de que expuso en el programa matutino ´´El Gobierno de la Mañana´´, de La Z-101, que Máximo Gòmez fue un traidor a la patria porque la abandonó para hacer nombre en Cuba.
La Restauración de la república constituyó una gran epopeya que debe de servir de orgullo a esta nación. Pero no podemos negar que desde las simientes constitutivas como sociedad política, ya eramos un conglomerado de migrantes.
Esa estelaridad restauradora tuvo sus raíces y matices racistas coyunturales para naciones que como Haití, les convenía ver fracasar a los españoles, enemigos naturales de los franceses desde los tratados fronterizos de la isla hasta hoy día.
Los más feroces héroes de esa gesta eran de origen haitiano, y ello de ninguna manera me obliga a deslucir ni dejar de simpatizar con personajes como Gregorio Luperòn, hijo de Nicolasa Duperòn (con D), haitiana liberta, y de padre desconocido. Pero no existe razòn para que los restauradores prendan fuego a Santiago de los Caballeros por ser un bastiòn blanco, como posteriormente dijera Ulises Hilariòn Hereaux Lebert, hijo del haitiano Dassa Hereaux, marino mercante, y de la haitiana Josefa Lebert, al nombrar, ya siendo presidente de la repùblica, a su hombre de confianza, el general Perico Pepìn, negro como un chocho, gobernador de esa provincia: ´´ahì les mando a mi amigo Perico como gobernador, con todos los poderes que el cargo deba dispensarle, para bajarle los sumos a esos blanquitos del Centro de Recreo´´...
Los documentos del Archivo Històrico ardieron y se perdieron datos importantes de nuestra historia y del primer Santiago de Amèrica. El general Gaspar Polanco, nacido en ´´Corral Viejo´´, Montecristi, analfabeta, de ascendencia haitiana, mandò a matar a Pepillo Salcedo, primer presidente del gobierno de la restauraciòn por ser de ascendencia española. La historia solo recoge que Salcedo era de poco caràcter, conciliador, atribuciones no indispensables para los tiempos de guerras.
El general Pedro Florentino, nacido en Hincha, de ascendencia haitiana, pasò a cuchillo los cantones ´´blancos´´ del Sur, e incendiò a Banì, incluyendo la casa de los padres de Màximo Gòmez, por ser èste nieto del español Josè Gòmez, capitàn, comandante de la Plaza Peravia para los años de 1700. Hay que considerar, que Gòmez en ese momento era un oficial de carrera, de disciplina militar, quien ya habìa ganado estrella en la batalla de Santomè y estaba al servicio del presidente Pedro Santana, de lo que como militar no podìa sustraerse. Es entonces cuando solicita permiso para sacar hacia Cuba a su familia y protegerla de las improntas de un hombre que, como Pedro Florentino, siendo capitàn, ya habìa sido sometido a consejos de guerra por sospechas de que obraba a favor de los haitianos.
A Gòmez y su familia les sorprende la llegada de los españoles en Cuba, entonces tuvo que abrazar esa causa por el pueblo que les acogiò con tanto aprecio. Se codeò con los màs humildes, se ofreciò como voluntario raso, triunfò, regresò a su paìs, y bien no habìa descansado, cuando el ilustre Josè Martì vino por èl, porque Cuba lo necesitaba, y ¡que ironìa tiene la vida!, fue el presidente Hereaux quien les facilitò transporte y armas para emprender el viaje, dejando dormidos a sus hijos, pueriles aùn, y partìr apesadumbrado en una madrugada acompañado de otros dominicanos ilustres, como Lorenzo Despradel (Muley), su secretario de guerra, el capitán Marcos Del Rosario, Antonio Maceo y Grajales, cubano, hijo de madre dominicana, y su adorado hijo Panchito Gòmez Toro, muerto y masacrado en combate.
Rechazò la presidencia de la repùblica, la cual le fue ofrecida solemnemente por el congreso de esa naciòn. Adujo ser dominicano, no cubano, y condenò la intromisiòn de los EE.UU. luego de terminada la guerra. ¿Para què hemos luchado entonces, si ahora tenemos esas gentes aquì metiendo sus narices; por què quieren ustedes imponerme esa corona de espinas en mi cabeza?.
Màximo Gòmez, ùltimo libertador de Amèrica, dijo Balaguer; Gòmez, guerrero y revolucionario, dijo Bosch; y los libertadores saben donde nacen, mas, no donde mueren...
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