Pero si está llegando el gris del tiempo y aún no te encuentro, sabiendo incluso donde te escondes; en habitaciones lúgubres de mosquiteros oscuros que ocultan recuerdos hermosos y lágrimas de bondad, allí estás tú, entre pinturas que se descascaran rebeldes en un aposento alto de un techo sin tragaluz...
¡Oh, vuelve a mí, prisionera del destino y de la sociedad !, que acompañada sientes la soledad por la ausencia de los besos, allá, debajo de aquel cerezo, con tu sensual castidad; castidad que hoy mantienes, me castiga y me sostiene sólo en los sueños en cierne, caminando aquel poblado, de las manos agarrados por nuestros lares nativos, matando el maldito olvido que asecha y que nos sigue hasta el rancho, donde rauda y veloz de amor, ya en el trasiego, el tras patio, te refugias en mis brazos...
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