Caminaba con el cansancio solemne del viejo general satisfecho del deber cumplido, cabizbajo y nostàlgico de los tiempos en que la gloria olìa a hierro y pòlvora calientes. Caminaba trajeado, pero con un atavìo de honor, como calificara Màximo Gòmez los harapos sucios de la guerra que hizo suya, allà, en la mayor de las antillas. Caminaba de media gala, por el apuro, por esas vainas que tiene la sociedad de imponer atuendos a los notables.. Iba como ``Santiago``, uno de nuestros personajes de abajo, en mi pueblo Barahona, de levita y paraguas desgarrados, pero haciendo asomos disimulados de prestancia. O, como Macorix, con sombrero de henequen, de anchas alas, aunque a lo dominicano, que junto a las tachuelas que les daban sonido a sus botas, divulgaba sobrevivir a la oficialidad del sèquito lilisiano. Era el caminar de los que ya habìan cumplido con el deber glorioso de la refriega patria, en los tiempos en que el general Pablo ``Mamà`` (Ramìrez) se opuso a los aprestos de Hereaux, se acantonò en ``El Oreganal`` de Azua, sin que le sepa a nada el suicidio de Cesàreo Guillermo y Bastardo, acosado por esa fiera montuna. Cuando fue sitiado en lo que consideraba su fortaleza en Cambronal, Neiba, resultò reducido a ``carne de cañòn``, junto a sus acòlitos y familiares, incluyendo a Cantalicio, su hijo. El general Joaquìn Campos, oriundo de Cambronal, pudo llevar a cabo esa empresa, difìcil por demàs para toda soldadesca de la època, no conocedora del amargo ``palo de chivo``, de los escondrijos de higuanas y del canto de ``Las Barìas`` frente a esas cuevas lomeras, llenas de guazàbaras y cundeamor, que parecen hablar con eco en el silencio de la profundidad sureña.
Corrìa la contienda de los rojos y los azules, y otra encomienda peligrosa fue la de matar a ``Solito``, quien junto a ``Mandè``, mantuvieron en zozobra el Sur, bailador incansable este ùltimo, de expresiòn ritualizada, la que inspirò el folclor de nuestra bella Casandra Damiròn: ``Ya mataron a Mandè... ¡oh Dios mio, tù no ere juto...!, ¿còmo e posible que maten... còmo e posible que maten... a un hombre con tanto guto... Ay Mandè, Mandè, Mandè...!.
Las osadìas de las profundidades sureñas provocaron la saña de Lilìs, quien no era de esos lares, mas conocìa de la capacidad guerrera de personajes que, como los sureños, apagaban el fuego con sangre, lo que le costò la vida al general de prestigio Josè Dolores Matos, terrateniente que donò parte de sus tierras, junto con los Suero (de la descedencia de Luis Felipe Suero, responsable de ese apellido en Barahona), los Mota (cuyo representante fue el restaurador general Carlos Alberto Mota) y los Deñò (de la descendencia del general Alejandro Deñò, gobernador de Barahona para 1903, abuelo del coronel històrico Francisco A. Caamaño Deño, al ser el padre de su madre doña Nonìn Deñò), a la fundaciòn de Barahona. Ulises Hereaux probò de Matos su capacidad guerrera cuando le ordenò fusilar a un enemigo polìtico que, a decir del notable historiador Rufino Martìnez, pesaba mucho en su conciencia y terminò suicidandose luego de cumplir la incòmoda orden militar. La profundidad de ese Sur obligò al mulato, casi negro, general Pedro Florentino, nacido en Hincha, a bajar la guardia y su ìmpetu criminal despuès de incendiar a Banì y pasar por las armas a los blanquitos de allì, en franca alusiòn a los gajes pocos disimulados de una restauraciòn racial. Cuando Florentino conoce de frente al coronel Cabuya Fèliz, considerado una fiera indomable junto a su primo el general pelirrojo Angel Fèliz, màs por miedo que por patriota, como adujo, le ``perdonò`` la vida y lo tuvo entre sus hombres de confianza, pese a que Cabuya le habìa dado muerte al hijo del entonces despiadado general. Rafael Matos Cuevas (Falè), conocido restaurador barahonero y ya general para 1865 , muriò en avanzada edad en 1943, recordando con cierta reserva a los Fèliz, y relataba su experiencia de guerra cabalgando con Pedro Florentino, a quien calificò de romàntico y fanàtico por la causa, pero perdona vidas. Si Francisco Sànchez Del Rosario, de la trilogìa de nuestros padres de la Patria, no muestra por el Sur sus aprestos restauradores, quizàs fuera otra la historia, frente a un Pedro Santana que siempre recelò la gallardìa de ese espècimen de soldado de tierra àrida, sobre todo, los que combatieron al lado de su natural rival, el general Antonio Duvergè, de ascendencia francesa, dàndole el triunfo a la determinante batalla de Azua y el Memizo.
Allà, en el Sur, cuando ya comienza a tornarse profundo, llegando a ``Pedro Corto``, San Juan de la Maguana, una sola mujer fue capaz de aportar a la carrera de las armas a doce de sus hijos. Marìa Catalina Encarnaciòn (May Talina) y Juan Ogando Montero, hicieron ese aporte sureño a la independencia nacional, con hijos como el general Timoteo Ogando, el ``Centauro del Sur``, Vìctor y Victoriano Ogando, cuya ùnica derrota consistiò en ver la muerte de sus congèneres en los campos de batallas.
Gobernaba Rafael Trujillo, tambièn de corte sureña, y el amigo de marras caminaba con la muerte a cuesta, despejando los espectros de un pasado ya lejano, botando el golpe a su actitud cascarrabia cuando visitaba el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), el Cuerpo de Ayudantes Militares y otras instancias de superioridad militar y no era recibido con los honores debidos, ``generales sin batalla, carajo...``, decìa el general cabraleño Josè Dolores Fèliz (Lolò Cabuya), hijo del legendario y aguerrido coronel Cabuya, quien seguìa caminando burlado por el olvido y la inclemencia de la historia...
Corrìa la contienda de los rojos y los azules, y otra encomienda peligrosa fue la de matar a ``Solito``, quien junto a ``Mandè``, mantuvieron en zozobra el Sur, bailador incansable este ùltimo, de expresiòn ritualizada, la que inspirò el folclor de nuestra bella Casandra Damiròn: ``Ya mataron a Mandè... ¡oh Dios mio, tù no ere juto...!, ¿còmo e posible que maten... còmo e posible que maten... a un hombre con tanto guto... Ay Mandè, Mandè, Mandè...!.
Las osadìas de las profundidades sureñas provocaron la saña de Lilìs, quien no era de esos lares, mas conocìa de la capacidad guerrera de personajes que, como los sureños, apagaban el fuego con sangre, lo que le costò la vida al general de prestigio Josè Dolores Matos, terrateniente que donò parte de sus tierras, junto con los Suero (de la descedencia de Luis Felipe Suero, responsable de ese apellido en Barahona), los Mota (cuyo representante fue el restaurador general Carlos Alberto Mota) y los Deñò (de la descendencia del general Alejandro Deñò, gobernador de Barahona para 1903, abuelo del coronel històrico Francisco A. Caamaño Deño, al ser el padre de su madre doña Nonìn Deñò), a la fundaciòn de Barahona. Ulises Hereaux probò de Matos su capacidad guerrera cuando le ordenò fusilar a un enemigo polìtico que, a decir del notable historiador Rufino Martìnez, pesaba mucho en su conciencia y terminò suicidandose luego de cumplir la incòmoda orden militar. La profundidad de ese Sur obligò al mulato, casi negro, general Pedro Florentino, nacido en Hincha, a bajar la guardia y su ìmpetu criminal despuès de incendiar a Banì y pasar por las armas a los blanquitos de allì, en franca alusiòn a los gajes pocos disimulados de una restauraciòn racial. Cuando Florentino conoce de frente al coronel Cabuya Fèliz, considerado una fiera indomable junto a su primo el general pelirrojo Angel Fèliz, màs por miedo que por patriota, como adujo, le ``perdonò`` la vida y lo tuvo entre sus hombres de confianza, pese a que Cabuya le habìa dado muerte al hijo del entonces despiadado general. Rafael Matos Cuevas (Falè), conocido restaurador barahonero y ya general para 1865 , muriò en avanzada edad en 1943, recordando con cierta reserva a los Fèliz, y relataba su experiencia de guerra cabalgando con Pedro Florentino, a quien calificò de romàntico y fanàtico por la causa, pero perdona vidas. Si Francisco Sànchez Del Rosario, de la trilogìa de nuestros padres de la Patria, no muestra por el Sur sus aprestos restauradores, quizàs fuera otra la historia, frente a un Pedro Santana que siempre recelò la gallardìa de ese espècimen de soldado de tierra àrida, sobre todo, los que combatieron al lado de su natural rival, el general Antonio Duvergè, de ascendencia francesa, dàndole el triunfo a la determinante batalla de Azua y el Memizo.
Allà, en el Sur, cuando ya comienza a tornarse profundo, llegando a ``Pedro Corto``, San Juan de la Maguana, una sola mujer fue capaz de aportar a la carrera de las armas a doce de sus hijos. Marìa Catalina Encarnaciòn (May Talina) y Juan Ogando Montero, hicieron ese aporte sureño a la independencia nacional, con hijos como el general Timoteo Ogando, el ``Centauro del Sur``, Vìctor y Victoriano Ogando, cuya ùnica derrota consistiò en ver la muerte de sus congèneres en los campos de batallas.
Gobernaba Rafael Trujillo, tambièn de corte sureña, y el amigo de marras caminaba con la muerte a cuesta, despejando los espectros de un pasado ya lejano, botando el golpe a su actitud cascarrabia cuando visitaba el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), el Cuerpo de Ayudantes Militares y otras instancias de superioridad militar y no era recibido con los honores debidos, ``generales sin batalla, carajo...``, decìa el general cabraleño Josè Dolores Fèliz (Lolò Cabuya), hijo del legendario y aguerrido coronel Cabuya, quien seguìa caminando burlado por el olvido y la inclemencia de la historia...
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