Me resulta muy difícil emular a los que aún sostienen la esperanza en la democracia. La democracia no fue más que un sueño de los gobernados. Es la utopía de los que a ella aspiran de buena fe.
Hay quienes opinan y con sobradas razones, que pueden estar corrompidos los hombres, pero que las instituciones no son malas en sì mismas, por lo que debemos adecentarlas, estimulando sus aspectos positivos frente al poder omnímodo, etc.. Pues hay que estar claro que las instituciones no existen sin el factor humano. Los edificios que las alojan no las santifican, aunque el hábito hace al monje, y las leyes escritas que adornan sus archivos son letras muertas a la espera de un resucitador del pueblo.
Las instituciones son el conjunto de ideas, usos, valores y creencias que forman un todo coordinado y orgánico, lo que significa que no son tales sin la presencia del hombre. Luchar por el establecimiento de una democracia real, cierta, sin comillas, es lo ideal. Pero, esta bien llamada democracia surgiría como consecuencia de un proceso de concientizaciòn ciudadana.
Dicho proceso se encuentra obstruido, es oscuro el camino a seguir, pues son más numerosos los que delante llevan la tea lúgubre, aquella que tiene el símbolo de la corrupción, de la desinstitucionalizaciòn y de la muerte. Los menos numerosos tenemos sed de patria, de bandera, pero nos encontramos oprimidos, mas bien aplastados por el desenfreno, el libertinaje llamado ``democracia``.
La futura generación polìtica, la esperanza de los pueblos, se representarà por ``jevitos``, desabrochados, de estilos raros, unos, mal olientes y soeces, otros, porque tenemos ya la mala simiente como plataforma imperecedera.
Es desde lo alto que tenemos que frenar. En la mayoría de los casos no es la decisión de grupos lo que influye, sino la capacidad de un hombre, de un líder, de esos que permanecen soterrados y surgen luego en un momento coyuntural histórico de la sociedad.
Faltan siglos aún para que, con la conciencia social, los pueblos den paso franco a las democracias reales. Mientras tanto, nos urge abolir la ``democracia`` y, con ella, un poder legislativo inoperante, rutinario, explotador y desacreditado, y un poder judicial asqueante. Nos urge desterrar, dentro del Ejecutivo, todos aquellos personeros causantes del deterioro público y la pérdida de nuestra identidad como nación. ¡Ojalà surja la gaviota que cruzando el pantano no manchó sus alas...!.
Hay quienes opinan y con sobradas razones, que pueden estar corrompidos los hombres, pero que las instituciones no son malas en sì mismas, por lo que debemos adecentarlas, estimulando sus aspectos positivos frente al poder omnímodo, etc.. Pues hay que estar claro que las instituciones no existen sin el factor humano. Los edificios que las alojan no las santifican, aunque el hábito hace al monje, y las leyes escritas que adornan sus archivos son letras muertas a la espera de un resucitador del pueblo.
Las instituciones son el conjunto de ideas, usos, valores y creencias que forman un todo coordinado y orgánico, lo que significa que no son tales sin la presencia del hombre. Luchar por el establecimiento de una democracia real, cierta, sin comillas, es lo ideal. Pero, esta bien llamada democracia surgiría como consecuencia de un proceso de concientizaciòn ciudadana.
Dicho proceso se encuentra obstruido, es oscuro el camino a seguir, pues son más numerosos los que delante llevan la tea lúgubre, aquella que tiene el símbolo de la corrupción, de la desinstitucionalizaciòn y de la muerte. Los menos numerosos tenemos sed de patria, de bandera, pero nos encontramos oprimidos, mas bien aplastados por el desenfreno, el libertinaje llamado ``democracia``.
La futura generación polìtica, la esperanza de los pueblos, se representarà por ``jevitos``, desabrochados, de estilos raros, unos, mal olientes y soeces, otros, porque tenemos ya la mala simiente como plataforma imperecedera.
Es desde lo alto que tenemos que frenar. En la mayoría de los casos no es la decisión de grupos lo que influye, sino la capacidad de un hombre, de un líder, de esos que permanecen soterrados y surgen luego en un momento coyuntural histórico de la sociedad.
Faltan siglos aún para que, con la conciencia social, los pueblos den paso franco a las democracias reales. Mientras tanto, nos urge abolir la ``democracia`` y, con ella, un poder legislativo inoperante, rutinario, explotador y desacreditado, y un poder judicial asqueante. Nos urge desterrar, dentro del Ejecutivo, todos aquellos personeros causantes del deterioro público y la pérdida de nuestra identidad como nación. ¡Ojalà surja la gaviota que cruzando el pantano no manchó sus alas...!.
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