Parece escucharse, no importa que centenares de años pretendan ocultar lo siniestro de un
pasado: La Trata Negrera. Aún se escuchan, gimen, unos encima de otros hacia un mundo
desconocido; asustadizos, ojos que brotan de un blanco amarillento; gritos parecidos a los
pájaros libres que, cazados, aletean en estrechas jaulas, siempre angostas, pues no pueden
volar.
Llegan del África, continente de donde aparenta haber surgido la humanidad; multiplicidad
de humanoides, mas, aprestos de entelequias que asombran, al igual que sus eminencias
dispersas en el mapamundi de la existencia.
Luego de ser perseguidos por europeos cazadores de esclavos que se lucraban en tierras de
negros, emulando a Juan de Olid, capitán de ballesteros, quien cabalgó esos lugares infinitos
en busca del unicornio para su rey, con sus perros de presa sujetados entonces por otros
negros, mercuriales, traidores que también se beneficiaron, se pierden en lo recóndito de sus
raíces.
Con el tiempo les pagaron a sus verdugos con fina madera, extraída de esos bosques
prodigiosos, una emancipación que los convirtió en la única clase que se suicida, cuando en
1804 hicieron creer a la historia que obtuvieron la libertad por su valor guerrero frente a los
franceses, ganándose de pasada la admiración del libertador Bolívar.
Imitaron a sus antiguos amos con la constitución de imperio y reinado, sometiendo con el látigo
y el fuego a su propia sangre, aquellos que nunca dejaron de ser esclavos, desde que construyeron
con castigo los palacetes de la ostentación. A partir de ahí, esos son los que hasta hoy, cruzan la
frontera.
Esta vez le tocó a Francia, arrastrar de tierras lejanas una etnia diferente, menos brillosa y
renegrida que muchos organizados en tribus; negros cenizos, con dialectos y culturas distintas
dentro de una selva común para seres humanos.
Son seres fuertes, conocedores del fuego, el que usan en sus hechizos y santerías, hasta en sus
bailes; lo absorben, lo inhalan, prefiriéndolo al mendrugo de vida de las pulperías bateyanas, y
así prosiguen los días, haciendo leña de la vegetación para que no se extinga.
Muerte y devastación parecen ser su lema, y hoy, no sé por qué, terminan por conocer el agua
y sentir la presencia de la sed...