Lo que pensamos serviría de brecha para lograr sacar de raíz la explotación a ultranza del hombre por el hombre, se denominó ´´Guerra Fría´´, donde grupos clandestinos revolucionarios, que luego resultaron no serlo, pues cuando no movían sus células contra los más indefensos y menos jerarcas en el plano militar de la recién pasada dictadura, entonces eran cazados furtivamente por representantes de la Embajada Norteamericana en el país, cargada en los hombros de Joaquín Balaguer, bautizados por éste como ´´los incontrolables´´.
Se suscitaron amores con sangre entre palmeras playeras que en una ocasión ocultaban los gritos de amor y placer en las fiestas rumberas nocturnas del viejo ´´Rivadavia´´.
El tableteo de fusiles de amplio espectro manejados por la renombrada Guardia Amarilla, le daban prestancia a una lucha política pseudo izquierda que, con su accionar, se fue fragmentando y cayendo en la insensatez y falta de credibilidad. En ese lugar rodó la sangre inocente de un parroquiano, de cuyo recuerdo, sólo se justificó que era hijo de un funcionario del gobierno de turno, el doctor Berroa Astacio.
El posterior asalto al Banco de Reservas, simbolizado por esas cabezas vacías como ´´confiscación revolucionaria´´, le fue dando una tonalidad que, más que asociarse a principios superiores para un cambio radical, adquirieron la condición de delincuencia común.
Entre secuestros afuncionarios que, como el agregado militar de EE.UU., Tte. Coronel Donald J. Crowlin, más una división rampante y desorganizada de esos grupos armados, la lucha en tal guerra fría significó la verdadera desigualdad. La formación de la llamada ´´Guardia Colorá´´, de trasfondo político y corte paramilitar, sirvió de comodín a las pretensiones de la ´´línea dura´´ del Movimiento Popular Dominicano (MPD), al enrolar en ella a muchos de sus miembros y darles muerte a sus opositores, si no de fondo, sí de forma, del Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO).
El desprestigio anduvo por sus fueros y despertó de su creencia de una guerrilla urbana, lo que motiva a muchos de ellos a emigrar a Cuba sostenidos por una cabeza visible y líder, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, de acción histórica y gloriosa en la revolución de abril de 1965; el afán de protagonismo, permitió que algunos no terminaran por madurar en los campos de entrenamientos cubanos y se aventuraran a regresar y combatir en lucha desigual al régimen legalmente establecido de Balaguer, allá, en la famosa cueva de la autopista Las Américas. Esto no bastó ni mandó ninguna señal al coronel de abril, quien también tomó la absurda decisión de desembarcar por Playas Caracoles, en los mogotes de San José de Ocoa, creyendo encontrar a los nobles de la guerra fratricida que se inclinaron a defender nuestro suelo enfrentando a las tropas norteamericanas. Encontró, en cambio, esa nación multifacética de otrora, de una simbiosis racial y cultural ajustada a los reinados, imperios, colonizaciones y gobiernos de fuerza.
Las palmeras siguen danzando en las costas de mi pueblo azul, mientras ´´Los Palmeros´´ duermen el silencio y el olvido a que los llevó el desatino; las palmeras del ´´Rivadavia´´ y ´´Mi Cunita Bar´´, seguían festejando los encuentros de amores nocturnos de damas inmersas en las creencias revolucionarias junto a sujetos de baja estofa que terminaron matándose ellos mismos, pero también, allí quedó la novia amada y renegada, añorada, que cada romántico provinciano deja retratada en sus memorias serpentinas...