Si en tus labios no percibo esa sonrisa melosa,
es la vida quejumbrosa, va perdiendo lo armoniosa
cuando llegando a este mundo el corazón
te lo di;
pues naciste, hija querida y sentí amor en
mi pecho;
como es Ana Iram para ti,
por lo tanto, tú comprendes,
pues así lo comprendí,
que eres panacea que cura
las heridas, los entuertos...
¡Sé feliz, hija querida!,
que ello es vida para mi;
busca en la vida el sentir
de aguas frescas y buenas,
aprende, dichosa y plena,
que vivimos para ti...