domingo, 14 de julio de 2019

¿POR QUIÉNES DOBLAN LAS CAMPANAS EN DOMINGOS?.

Aroma de café combinada con tierra y calles húmedas. Un inusual verdor se divisa en la loma Santa Elena, cuyo color siempre luce cobrizo por la faena del hombre; la pertinaz llovizna lo oscurece junto al Baoruco de amores que celoso observa el apuro de torneadas piernas al ruido altisonante de las campanas. La solemnidad de los domingos constituían el equilibrio de una sociedad inmersa en las luchas ideológicas y lo hacían en nombre de un proletariado que nunca tomó conciencia de esa empresa aviesa, desigual, donde pocos conscientes, junto a muchos ignorantes, eligieron inmolarse atraídos por la magia y prestancia de un patriotismo ya marchitado por la historia.

Las campanas doblaban y redoblaban hasta que los parroquianos ocupaban el último espacio de unos bancos lustrados, brillosos, pero tan duros como el báculo de un clero implacable desde lo secular del tiempo.

Las notas majestuosas de un piano de cola, bien afinadas, llenaban los pechos de furor, con la fantasía en oro de un templo suntuoso, de cuyo tragaluz parecía introducirse los cánticos celestiales...

Y, bajo mantillas, lindas y hermosas damas ataviadas en su recato cultural se persignaban, mientras sonaban las campanas por la sangre derramada de la libertad coyuntural, que hoy, precisamente hoy, socavamos en nombre de la democracia que ha traído de otros escenarios tantas contiendas inefables...

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