Con poco màs de veinticuatro horas en mi pueblo azul, Santa Cruz de Barahona, me reencuentro en plena cabecera con sus solares yermos cortejando casitas que, desde su fundaciòn, se tornan inclinadas, desvencijadas y sujetas a sus horcones centenarios que reverencian al visitante con el discurrir de su tiempo. Las mansiones en madera, aùn erguidas, aunque lúgubres y añejas, nos hablan de amores perdidos en los sueños de la vida, y nos encontramos inmersos en un túnel bucòlico.
Al recorrer sus campos, observo el avance infraestructural de un Jaquimeyes que, de antaño, nos muestra su idiosincrasia de fe. Hombres laboriosos renegridos de sol, arena y sudor, y mujeres que llevan el encanto en su sonrisa cuando buscan con ansias alejarse de la cotidianidad que les ofrece perenne el Yaque, las guazimas y quenepas, como valores que añoran cuando entonces pierden.
La falta de brillo en sus hábitat se acrecienta en la medida que el terruño de agua y arena va remozándose con las acciones positivas de la comunidad y el Estado. Se ensombrecen, pero con ello nos tocan el corazòn y los sentidos; las alturas opacan los pequeños campanarios, pero, los mismos estàn allì, junto con los bohìos de tablas de palma, pintadas, y sus cocinas de tejamanil que nos dejan el tizne y olor a humo en noches furtivas de amor.
Descubrì en este viaje maravilloso, y nunca es tarde si bien intencionados somos, que mis huellas llegaron profundas, que, sin proponèrmelo ni ufanarme de una vida como agua en escorrentías pude producir amor y con èste, involuntario resentimiento. Es casi siempre la ignorancia atrevida, y nunca està demás la prudencia que evita las sensibilidades insospechadas. Por eso, bienvenido el dolor por prudencia e ignorancia dentro de los caminos sinuosos a caballo lobo y fuera de control, como todo hombre de la vida.
Pero en ese recorrido, por demàs exquisito y esperanzador, Jesùs me hablò: manifestò conocerme, destacando inclusive mis veleidades pasadas, pero ponderò con la gloria y la honra que le caracterizan, mi conciencia limpia, mi espontaneidad bien intencionada y prìstina, sin pretensiones, con quien màs necesita de mi afecto filial, amigos o desconocidos, pero, sobre todo, con mis congèneres. Por ello, prometiò Jesùs premiarme; dijo me pondrìa en el camino de volver a pisar esas huellas interesantes que hablan de consanguinidad, para resarcir heridas que ignoraba existen, y para que mi corazòn lata con la fuerza que siempre ha latido por la felicidad de mis hijos y nietos....
¡Me gustò ese viaje a mi natal Barahona, que envejece y renace en mi...!!!!.
Al recorrer sus campos, observo el avance infraestructural de un Jaquimeyes que, de antaño, nos muestra su idiosincrasia de fe. Hombres laboriosos renegridos de sol, arena y sudor, y mujeres que llevan el encanto en su sonrisa cuando buscan con ansias alejarse de la cotidianidad que les ofrece perenne el Yaque, las guazimas y quenepas, como valores que añoran cuando entonces pierden.
La falta de brillo en sus hábitat se acrecienta en la medida que el terruño de agua y arena va remozándose con las acciones positivas de la comunidad y el Estado. Se ensombrecen, pero con ello nos tocan el corazòn y los sentidos; las alturas opacan los pequeños campanarios, pero, los mismos estàn allì, junto con los bohìos de tablas de palma, pintadas, y sus cocinas de tejamanil que nos dejan el tizne y olor a humo en noches furtivas de amor.
Descubrì en este viaje maravilloso, y nunca es tarde si bien intencionados somos, que mis huellas llegaron profundas, que, sin proponèrmelo ni ufanarme de una vida como agua en escorrentías pude producir amor y con èste, involuntario resentimiento. Es casi siempre la ignorancia atrevida, y nunca està demás la prudencia que evita las sensibilidades insospechadas. Por eso, bienvenido el dolor por prudencia e ignorancia dentro de los caminos sinuosos a caballo lobo y fuera de control, como todo hombre de la vida.
Pero en ese recorrido, por demàs exquisito y esperanzador, Jesùs me hablò: manifestò conocerme, destacando inclusive mis veleidades pasadas, pero ponderò con la gloria y la honra que le caracterizan, mi conciencia limpia, mi espontaneidad bien intencionada y prìstina, sin pretensiones, con quien màs necesita de mi afecto filial, amigos o desconocidos, pero, sobre todo, con mis congèneres. Por ello, prometiò Jesùs premiarme; dijo me pondrìa en el camino de volver a pisar esas huellas interesantes que hablan de consanguinidad, para resarcir heridas que ignoraba existen, y para que mi corazòn lata con la fuerza que siempre ha latido por la felicidad de mis hijos y nietos....
¡Me gustò ese viaje a mi natal Barahona, que envejece y renace en mi...!!!!.
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