miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA GRACIA DE SER PADRE... Saudades.

Aquel 19 de septiembre de un año no preciso, satisfizo Dios mi vanidad de engendro. En mi memoria de genealogista perenne conservo mi inquietud: ¿Còmo serìa un fruto mio, siendo hijo de un hombre, cuyos rasgos físicos se alejan de la etnia comùn racial, por lo menos de nuestra hispaniola, y de una mujer con la gracia que, como Anita Nin, asume de las bondades de Barahona, mi pueblo azul...?.

Al prender la luz rosada y sentirse la algarabía de una tía entusiasta e histriònica junto al regocijo de su entonces joven abuela materna, vi al doctor que, envuelta en una toalla clìnica, color verde, me enseñaba una beba trigueña, la que me saludò con sus primeros gorjeos, diciéndome ``papi, ahora es cuando tendràs que ser guapo; esta indiecita es tu hija...``, saliendo de imprevisto a las calles, sin rumbo, una noche de intensas lluvias, de gentes y vehìculos varados, donde las estrellas no podìan verme, màs quien suscribe las divisaba entre el bonche y las romerías, como alguien que se creyò màs hombre y se daba continuidad con ese nuevo ser, a quien bautizò Ana Tereza, a su imàgen y semejanza... 

``Eran intensas las lluvias,
mas, miraba con certeza,
no naciò mi hija rubia,
aunque sacò otras grandezas,
una india bien bonita,
a quien llamo Ana Tereza.

Trajo en su dulce inocencia
esa gracia cuan esgrime,
era una noche de amores
de estrellas en los jazmines,
luceros que cortejaban
con cantos de querubines...

Entre el goce de tu infancia
esperamos tus hermanos,
fueron llenando de ansias,
este, que es su corazòn,
y le dieron la razòn
a mi vida y no es en vano,
cuando llegaron mi Shelly,
mi Mariana
y mi ``Nano...``.

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