Podrían ser las premoniciones de Nostradamus de antecedentes seculares, el ataque de holocausto impuesto, de consecuencias fatales a las Torres Gemelas de EE.UU., que, sin lugar a duda, colocan al mundo y sus seres vivos en una estela de misterio inusitado. Y asì es, nuestros sabios milenarios, antes y despuès de Cristo, establecieron sus improntas sin los avances y la tecnologìa de hoy. ¡Lo hicieron con misterio...!. El mismo Jesùs, por su poder, considerado divino, fue acusado de brujo y usurpador de los que no quisieron aceptar que es el hijo de Dios, pero, sobre todo, por la ortodoxia ya existente; aquella que se desprendía de los entuertos y lados oscuros del viejo testamento, que no perdonaron la condiciòn de Mesías de un hombre que se manejaba con la humildad y con el aura carismática de los cielos.
Esa odiosa ortodoxia que heredò la nueva iglesia en manos de Pedro, Apòstol de alta estima del Maestro, a quien negò en dos ocasiones, cuando la verdad comenzò a ser destruida con sangre. ``Pedro, significas ``piedra``, y sobre ella serà cimentada tu iglesia``. Pero la iglesia creò un cetro de poder al que hizo sagrado, un bàculo maldito de riquezas, poder de satrapìa, de amor al dinero, de honrar la muerte a nombre del orden; de perseguir y quemar en la hoguera a nombre del cristianismo, como homenaje a un Jesùs olvidado y sólo recordado en su crucifixiòn.
La envidia, el egoismo que divide al hombre, junto al sectarismo ancestral, trajeron consigo la desgracia diabòlica que hoy se conmemora, responsabilidad del fanatismo religioso y polìtico con sede en las grandes naciones que sólo aspiran a sustentar su poder...
Esa odiosa ortodoxia que heredò la nueva iglesia en manos de Pedro, Apòstol de alta estima del Maestro, a quien negò en dos ocasiones, cuando la verdad comenzò a ser destruida con sangre. ``Pedro, significas ``piedra``, y sobre ella serà cimentada tu iglesia``. Pero la iglesia creò un cetro de poder al que hizo sagrado, un bàculo maldito de riquezas, poder de satrapìa, de amor al dinero, de honrar la muerte a nombre del orden; de perseguir y quemar en la hoguera a nombre del cristianismo, como homenaje a un Jesùs olvidado y sólo recordado en su crucifixiòn.
La envidia, el egoismo que divide al hombre, junto al sectarismo ancestral, trajeron consigo la desgracia diabòlica que hoy se conmemora, responsabilidad del fanatismo religioso y polìtico con sede en las grandes naciones que sólo aspiran a sustentar su poder...
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