El poeta Eugenio Perdomo.
Dice Josè Miguel Soto Jimènez, escritor e historiador, que el poeta se mudò del Ozama al Yaque para joderse. No solamente quiso volver a ver aquella santiaguera, me imagino de ojos claros, de la que se despidiò con un beso por ``benevolencia`` de sus verdugos, poco antes de su muerte.
En su obra, Soto Jimènez expresa, que para Pedro Santana los poetas eran una aberraciòn del cielo, para el poeta Perdomo, los tiranos tambièn lo eran, y que fue un hèroe civil en un paìs en el que crecìan los generales con el dispendio de la hierba en las praderas. Por ello le encantaba la idea de sentirse odiado por Santana, halagado con un desprecio tolerante para su orgullo de poeta pobre. Termina la cita.
Y es que Eugenio Perdomo, màs que por amor a la hembra, quiso casarse con la patria unido a una restauraciòn que tuvo su principal epicentro en Santiago. Empero, quien suscribe, no alcanza a entender como a Eugenio Perdomo lo captura el general Gaspar Polanco, junto al general Bartolomè Mejìa, Rafael Reyes y a seis oficiales de la reserva, si tomamos en cuenta la condiciòn de Polanco como lìder restaurador, aunque no en consideraciòn su actitud sangrienta, analfabeta, nacido en ``Corral Viejo``, Montecristi; principal ejecutor del presidente Josè Antonio Salcedo (Pepillo), con la ùnica excusa de èste ser decente y conservador en tiempos de guerra. Gaspar Polanco, restaurador, fue el presidente màs indeseable de nuestra historia republicana, quien marcò el hito de que el ejercicio del Estado se compone sobre todo del poder.
``No fusile a esa gente, que ese hatero le quiere echar una vaina``, le habrìa aconsejado a Carlos de Rivero, representante de la Corona Española, uno de sus ayudantes. ``Indùltelos y gànese la voluntad de esos cibaeños ariscos como las reses malas``. De Rivero le responde: ``Si desoigo el consejo del Marquès, refirièndose a Pedro Santana, y pasa algo, no hay despuès quien lo aguante. Ademàs èl conoce a esta gente``. Lo que nos obliga pensar, que Santana no solamente fue guapo, sino que mantuvo un carisma y un liderazgo sin que fuera narigoneado aquì por el poder español y sus representantes.
``La noche anterior al fusilamiento las celdas se llenaron de amigos. Los condenados habìan departido serenos con sus ìntimos, como si se fueran de gira. La despedida era rito de celebraciòn màs que de pena, una fiesta de orgullos en la que nadie hablaba de retornos, consuelos o quejas inùtiles...``. Termina la cita.
Cuando el poeta convence a un guardiàn de llevarlo a despedirse de su novia, ella le exclama: ``Has regresado Valiente``. ``Por mi Patria y por mi dama``, le respondiò. Y con el pecho henchido de emociòn, se enfrenta valeroso a su inminente muerte, haciéndolo con un dejo de ironìa. Por ello, cuando un español quiso congraciarse con èl, de esos que juegan con Dios y con el diablo, le ofrece un burro para que culmine su trayecto, y aquél con voz firme y lleno de heroísmo le contesta: ``No gracias, cuando los dominicanos vamos a la gloria lo hacemos a pies``.
(Memorias de Concho Primo: Josè Miguel A. Soto Jimènez).
(Diccionario Biogràfico Històrico Dominicano: Rufino Martìnez).
Dice Josè Miguel Soto Jimènez, escritor e historiador, que el poeta se mudò del Ozama al Yaque para joderse. No solamente quiso volver a ver aquella santiaguera, me imagino de ojos claros, de la que se despidiò con un beso por ``benevolencia`` de sus verdugos, poco antes de su muerte.
En su obra, Soto Jimènez expresa, que para Pedro Santana los poetas eran una aberraciòn del cielo, para el poeta Perdomo, los tiranos tambièn lo eran, y que fue un hèroe civil en un paìs en el que crecìan los generales con el dispendio de la hierba en las praderas. Por ello le encantaba la idea de sentirse odiado por Santana, halagado con un desprecio tolerante para su orgullo de poeta pobre. Termina la cita.
Y es que Eugenio Perdomo, màs que por amor a la hembra, quiso casarse con la patria unido a una restauraciòn que tuvo su principal epicentro en Santiago. Empero, quien suscribe, no alcanza a entender como a Eugenio Perdomo lo captura el general Gaspar Polanco, junto al general Bartolomè Mejìa, Rafael Reyes y a seis oficiales de la reserva, si tomamos en cuenta la condiciòn de Polanco como lìder restaurador, aunque no en consideraciòn su actitud sangrienta, analfabeta, nacido en ``Corral Viejo``, Montecristi; principal ejecutor del presidente Josè Antonio Salcedo (Pepillo), con la ùnica excusa de èste ser decente y conservador en tiempos de guerra. Gaspar Polanco, restaurador, fue el presidente màs indeseable de nuestra historia republicana, quien marcò el hito de que el ejercicio del Estado se compone sobre todo del poder.
``No fusile a esa gente, que ese hatero le quiere echar una vaina``, le habrìa aconsejado a Carlos de Rivero, representante de la Corona Española, uno de sus ayudantes. ``Indùltelos y gànese la voluntad de esos cibaeños ariscos como las reses malas``. De Rivero le responde: ``Si desoigo el consejo del Marquès, refirièndose a Pedro Santana, y pasa algo, no hay despuès quien lo aguante. Ademàs èl conoce a esta gente``. Lo que nos obliga pensar, que Santana no solamente fue guapo, sino que mantuvo un carisma y un liderazgo sin que fuera narigoneado aquì por el poder español y sus representantes.
``La noche anterior al fusilamiento las celdas se llenaron de amigos. Los condenados habìan departido serenos con sus ìntimos, como si se fueran de gira. La despedida era rito de celebraciòn màs que de pena, una fiesta de orgullos en la que nadie hablaba de retornos, consuelos o quejas inùtiles...``. Termina la cita.
Cuando el poeta convence a un guardiàn de llevarlo a despedirse de su novia, ella le exclama: ``Has regresado Valiente``. ``Por mi Patria y por mi dama``, le respondiò. Y con el pecho henchido de emociòn, se enfrenta valeroso a su inminente muerte, haciéndolo con un dejo de ironìa. Por ello, cuando un español quiso congraciarse con èl, de esos que juegan con Dios y con el diablo, le ofrece un burro para que culmine su trayecto, y aquél con voz firme y lleno de heroísmo le contesta: ``No gracias, cuando los dominicanos vamos a la gloria lo hacemos a pies``.
(Memorias de Concho Primo: Josè Miguel A. Soto Jimènez).
(Diccionario Biogràfico Històrico Dominicano: Rufino Martìnez).