El caminar se torna tràgico cuando vamos arrastrando con la memoria las raìces de los sueños, y en el camino nos encontramos con JOSE ALFONSO TORRES ULLOA, agrònomo en sus inicios pueriles de comunista de la cola o remanente de los que rezagados se convirtieron en fòsiles de la esperanza. Torres, amigo entrañable del suscrito, es un fino escritor que, con su pluma, despierta la sensibilidad de muchos profesionales relegados por sus ideologìas y decoro en Repùblica Dominicana. Torres, politòlogo y abogado por demàs, y en esta ùltima condiciòn, no alborota su sapiencia, pues se mantiene alejado del concepto, ya que no se arrima a las mieles del sistema, paradòjicamente compuestas del lodo cloacal de la corrupciòn y el narcotràfico. Varios libros ha escrito este Torres, uno de ``mis marcianos favoritos``, siendo los que dedica a Duarte, la catapulta a convertirlo en un fòsil andante, precisamente por lo distante de las ideas duartianas con el momento coyuntural històrico que vive nuestra naciòn. Tuve el honor de compartir con Torres una de mis tesis de grados, la que dentro de los lauros obtenidos y los halagos del jurado, contamos con la premoniciòn del profesor Martìn Sabà Reyes, en el sentido, de que ninguno de los dos irìamos a ejercer, por ser la pràctica de nuestro derecho mas apegada a un règimen de mercado que a la jurisprudencia.
Entre caminando y viendo alejarse en su auto al viejo amigo, con la solemnidad del profesional sobrio, austero, humilde, aunque lleno de una riqueza en valor intrìnseco inconmensurable, veo pasar la mujer convencional, la vendedora, subsiste aùn la marchante, aquella emuladora de Juana Trinidad, ``La Saltitopa``, quien dejò sentir sus ùltimos reflejos en aquellas damas de la revoluciòn de abril de 1965, con ceñidos pañuelos sensuales y voces altisonantes de repudio al impostor; observo la vecina, recuerdo cuando casò y ya carga con los nietos, con el marido que enfrenta los achaques propios de su ciclo, aquella que ya no teje ni borda, cuando de su mente borra los principios sagrados de las hermosas y finas manos de Concepciòn Bona y Marìa Trinidad Sànchez..., entonces las clasifico a ellas tambièn entre esos fòsiles andantes que, junto a los hombres que subimos con el amor a las hembras como estandarte, olemos, cortamos y nos embriagamos de las flores, pero no las estrujamos...
Camino y me siento trotar en las nubes azules de mis recuerdos, cuando observo mis veteranos, al soldado ya anciano que precede mi distancia, lo veo trajinar entre lomas, sin tatuajes ni pinturas en la cara, sin remilgos, ataviado de amarillo, sin imitar a los gringos; no lleva peladas ``calientes``, ni manchas que entre sus dientes le da su raro tabaco, es nuestro guardia que agreste y de postura elegante, cumpliò su rol por la Patria, hoy es un fòsil andante...
¿Y què del profesional que confiscò todo su empeño, se trasnocharon sus sueños por un sistema maldito...?, del agricultor y el campo y del que crìa su becerrito, que no se sienta marchito por la acciòn de algùn cuatrero... y no precisamente en la guerra ni el derecho de saqueo, ni por conquista un deber, es el asalto a la paz, cuan reo, que todavìa en la democracia tenemos como desgracia las improntas caporales por orden de coronel, y tambièn de generales...
Camino, camino... tropezando a veces con mis fòsiles andantes...
Entre caminando y viendo alejarse en su auto al viejo amigo, con la solemnidad del profesional sobrio, austero, humilde, aunque lleno de una riqueza en valor intrìnseco inconmensurable, veo pasar la mujer convencional, la vendedora, subsiste aùn la marchante, aquella emuladora de Juana Trinidad, ``La Saltitopa``, quien dejò sentir sus ùltimos reflejos en aquellas damas de la revoluciòn de abril de 1965, con ceñidos pañuelos sensuales y voces altisonantes de repudio al impostor; observo la vecina, recuerdo cuando casò y ya carga con los nietos, con el marido que enfrenta los achaques propios de su ciclo, aquella que ya no teje ni borda, cuando de su mente borra los principios sagrados de las hermosas y finas manos de Concepciòn Bona y Marìa Trinidad Sànchez..., entonces las clasifico a ellas tambièn entre esos fòsiles andantes que, junto a los hombres que subimos con el amor a las hembras como estandarte, olemos, cortamos y nos embriagamos de las flores, pero no las estrujamos...
Camino y me siento trotar en las nubes azules de mis recuerdos, cuando observo mis veteranos, al soldado ya anciano que precede mi distancia, lo veo trajinar entre lomas, sin tatuajes ni pinturas en la cara, sin remilgos, ataviado de amarillo, sin imitar a los gringos; no lleva peladas ``calientes``, ni manchas que entre sus dientes le da su raro tabaco, es nuestro guardia que agreste y de postura elegante, cumpliò su rol por la Patria, hoy es un fòsil andante...
¿Y què del profesional que confiscò todo su empeño, se trasnocharon sus sueños por un sistema maldito...?, del agricultor y el campo y del que crìa su becerrito, que no se sienta marchito por la acciòn de algùn cuatrero... y no precisamente en la guerra ni el derecho de saqueo, ni por conquista un deber, es el asalto a la paz, cuan reo, que todavìa en la democracia tenemos como desgracia las improntas caporales por orden de coronel, y tambièn de generales...
Camino, camino... tropezando a veces con mis fòsiles andantes...
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