Si asimilo muy lejano nuestro paso por ``La Ciènaga`` de Baoruco, cruzando el puente ``Coronel``, durmiendo con la terapia de la chorrera de agua dulce que baja de esa montaña imperiosa donde dejò Guarocuya sus limpias huellas, en su afàn de que el avieso conquistador no le arrebate su identidad. Si recuerdo cuando por causa de las tormentas se interrumpìa el paso de ese lugar camino a Barahona, cuando mi madre con una de mis hermanas, quebrantada de salud, debìa esperar ``màquina`` y salir por el lado contrario, pasando por San Rafael, Paraiso, Los Patos, Enriquillo, Juancho, La Colonia, El Maniel, divisando poblados haitianos como Baie de Pavrot, Boucan Guillaume hasta Boucan Tonton, para salir al Naranjo y Puerto Escondido y decidir si en ese trajinar tormentoso, hacer atajo por Neiba o llegar a Barahona, entre el vòmito y la deshidrataciòn infantil y un camino inhòspito de polvareda y fangos. ¡Comprendo entonces que he vivido!. Siento, por lejanos, los vagos recuerdos, cuando el correr de la vida nos lleva al Jaquimeyes de antaño correteando en la arenosa tierra, siempre hùmeda, si no estaba cerca la cuaresma. Allà en Palo Alto nace mi hermana menor y recuerdo el apuro de mi padre cuando a caballo se dirige a Fundaciòn en busca de una ``comadrona``, al no encontrar a ``Benerita``, por los altos de ``Villa Estela``.
Entre la mùsica del bar ``Blanca Nieve``, en El Peñòn, se contrasta la gracia de las trigueñas del lugar, bailando donde Amable Olivero, al son del ``Cañahuate``: ``porque las cañahueteras matan a los hombres...``. Ellas lo emulaban asì: ``porque aquì las peñoneras matan a los hombres...``, mientras el Yaque cautivaba con su eterno recorrido, haciendo eco en las voces de los impertèrritos bañistas.
Entre la mùsica del bar ``Blanca Nieve``, en El Peñòn, se contrasta la gracia de las trigueñas del lugar, bailando donde Amable Olivero, al son del ``Cañahuate``: ``porque las cañahueteras matan a los hombres...``. Ellas lo emulaban asì: ``porque aquì las peñoneras matan a los hombres...``, mientras el Yaque cautivaba con su eterno recorrido, haciendo eco en las voces de los impertèrritos bañistas.
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