martes, 24 de mayo de 2011

RAÌCES Y PROFUNDIDADES DE UNA RESTAURACIÓN RACIAL...

Cuando la independencia nacional se proclama el 27 de febrero de 1844, no se pudo soslayar que sus principales protagonistas eran sujetos de ascendencia extranjera que representaban el trípode de nacionalidades que componían España, Francia e Inglaterra. Con Tomas Bobadilla y Briones, como primer presidente de la Junta Central Gubernativa que sirvió como gobierno para dar paso a lo que serìa la elecciòn de un gobierno constitucional propio de las grandes civilizaciones, en una incipiente naciòn, comenzaron a surgir liderazgos representativos de afrancesados, como Buenaventura Bàez Mèndez, el mismo Bobadilla, entre otros, y españolizados como algunos de los precursores de la Trinitaria, incluyendo a Juan Pablo Duarte Diez y al propio Pedro Santana Familia,  nacido en ``Hincha``, un poblado occidental en la isla, aunque para el 9 de junio de 1800, fecha en que naciò el guerrero, no se puede considerar haitiano, pues Haitì aùn no habia logrado su estatus republicano. El general Santana contò con la breve ilustraciòn u orientaciòn de guerra de su padre, el Capitàn Pedro Santana, un aguerrido oficial de perfiladas facciones, quien peleò junto a Josè Marìa Cabral frente a la invasiòn, llevàndose como trofeo la cabeza de Pierrot (``Duque Tiburòn``), vista aùn sangrando entre sus manos por sus pequeños hijos, los gemelos Ramòn y Pedro, futuros adalides de la gesta continuada. Por màs hatero que fuere Pedro Santana, criado junto a las boyadas y el olor al prado que le embrujò hasta sus ùltimos dìas, tuvo que conocer como guerrero vencedor que el gentilicio dominicano no venia de Francia ni de Inglaterra, sino de aquel Convento de los Dominicos que impuso la satrapìa catòlica inquisidora de la Corona Española en nuestro paìs en 1538, cuando apenas èramos un conglomerado humano de razas, y que dio al traste con lo que es hoy la Universidad Autònoma de Santo Domingo (UASD), Primada de Amèrica, como supuestamente es nuestra Catedral.

Para un guerrero ganadero como Santana, Protectorado y Anexiòn fue lo mismo. A los haitianos no les hubiese importado el tèrmino, cuando con el protectorado francès, amenazaban con deshacer con una tecnologìa ya màs avanzada amparada en los suntuosos recursos recibidos por la logìstica militar de sus antiguos colonizadores, la bien ganada proeza de los patriotas, hèroes y màrtires dominicanos bajo el machete ya cansado de Pedro Santana.

¿Quièn era èl, ni siquiera los màs intelectuales y de mejor clase de la època, para escapar de las improntas de una de las naciones màs poderosas y civilizadas del mundo...?.

Era asunto de escogencia, sobre todo, si te distinguen con sus tìtulos nobiliarios de Marqués  (en este caso De las Carreras, en alusiòn a la gran Batalla). ¿Supuso Santana que una vez nombrado Teniente General, Gobernador, le serìa enviado un agente èlite como Capitàn General, como lo fue Josè De la Gàndara y Navarro, o Carlos De Vargas, entre otros, que tuvieron que lidiar fino con los caporales dominicanos...?. Ningùn intelectual de la època pudo adelantarse a los acontecimientos y relatarle al hombre fuerte de la independencia que, antes de la invasiòn, el licenciado Josè Nùñez de Càceres tuvo que proclamar la Independencia Efìmera, pues durò apenas menos de un mes, al negociar polìticamene con La Gran Colombia, quien estaba, como otros paìses centroamericanos y andinos, bajo el liderazgo del libertador Simòn Bolivar, quien en sus gestas libertarias y atraìdo por el mapa mundi, solo reconociò a Haitì como repùblica y como primer paìs latinoamericano en lograr su independencia. Pasò de soslayo, y mucho màs atràs quedò el motivo de ese protectorado con Colombia. Pues todo tiene su origen en que el Capitàn General de la Colonia, Juan Sànchez Ramìrez, cotuisano de origen español, logrò recuperar la margen oriental de la isla La Hispaniola, donde vivimos hoy, cuando en la batalla de ``Palo Hincado`` arengaba a sus soldados de la manera siguiente: ``Pena de la vida al soldado que voltease la cara atràs, pena de la vida del tambor que tocare retirada... pena de la vida del oficial que lo mandare, aunque sea yo mismo``. La recuperaciòn de la màrgen oriental de la isla, cedida a los haitianos al travès del Tratado de Basilèa, podrìa considerarse como una independencia previa a la de 1844. No obstante, ella trajo consigo un protectorado aparente de España, el que por su dejadez y frialdad de parte de esa naciòn, se bautizò con el nombre ``La España Boba``, enviando España como representante de la Corona a Carlos Urrutia y Montoya, a quien apodaron ``Carlos Conuco``, pues se cautivó con la productividad de nuestras tierras y hacìa conucos en beneficio propio y de su familia.

Pero Santana sì sabía, que la causa contra la anexiòn no podrìa ser librada sin fuerzas externas bajo la ègida francesa, en este caso los haitianos. Es por ello que Santana no perdona a Francisco Sànchez Del Rosario, sorprendido en ``El Cercado``, zona haitiana de ese entonces, en flagrante conspiraciòn. Literalmente, y segùn la retòrica de los historiadores, Sànchez exclamò: ``Entro por Haitì porque no pude hacerlo por otra parte. Pero si alguien pretendiese mansillar mi nombre, Os digo, que soy la bandera nacional...``. Siendo Santiago Rodrìguez el ideòlogo y auspiciador de esa gesta, es un moreno de ascendencia haitiana y francesa quien pone a brillar su espada: Gregorio Luperòn, hijo natural de Nicolasa Duperòn (Con D). Bajo el mando de Luperòn medraron lugartenientes como Manuel Rodrìguez (a) ``El Chivo``, descrito por Rufino Martìnez, en su Diccionario Biogràfico Històrico Dominicano, como ``atrabiliario``, pendenciero, ``acaba fiestas``, quien usò la Restauraciòn para darle riendas sueltas a sus bajos instintos, a los actos màs crueles, cuando siendo encargado de custodiar los heridos españoles hospitalizados en la Iglesia Mayor, de Santiago, determinò un dìa pasarlos a todos a cuchillo.

El general Pedro Florentino, un moreno nacido en Hincha, que, aunque tomò parte en la guerra de independencia, hallàndose en la lìnea de vanguardia por la frontera Sur, siendo Capitàn, se le juzgò en consejo de guerra por traiciòn. Bajo el mando de este lugarteniente se movieron los cimientos sureños que incendiaron a Banì, pasando por las armas a muchas familias, por ser Peravia bastiòn ancestral de inmigrantes españoles. Bajo la mira restauradora fue incendiado Santiago de los Caballeros en 1863, quedando rezagadas las acciones de los inmigrantes españoles que, como mi cuarto abuelo, Juan Gòmez, se levantaron a favor de la causa independentista en la bien valorada ``La Carga de los Andulleros``, en Sabana Iglesia, labradores y artesanos del tabaco, que con el brillo de sus machetes hicieron honor a la tierra que los recibiò en su seno. Es preciso señalar que el coronel Furci Fondeur Lajeunesse, un tatarabuelo nuestro, fue proveedor del gobierno restaurador, ademàs de Ministro de Relaciones Exteriores. Naciò en Parìs, Francia, y llegò al paìs con sus padres en la embarcaciòn de Lecler, radicándose primero en Haitì.

No podemos quitar el encanto siniestro a este escrito alargándolo màs de la cuenta y debemos culminar con el lugarteniente que superò al maestro, por su vocaciòn de poder polìtico, aunque èste nunca opacara su condiciòn de guerrero genial: Ulises Hilariòn Hereaux Lebert (a) Lilìs, nacido en Puerto Plata, hijo de Josefa Lebert y del Capitàn de la Marina Francesa, aunque haitiano, Dassas Hereaux. Lilìs se alzò con el gobierno restaurador por encima de su lìder y mentor Luperòn, a quien el Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, Fernando Arturo De Meriño, a la sazòn presidente en funciones de la repùblica, le restò fuerza y capacidad como gobernante frente a un adalid como Hereaux, hombre que sierviò como Ministro de Guerra y Marina en su gobierno. Meriño fue el autor intelectual del famoso decreto de ``San Fernando``, el cual rezaba que serìa pasado por las armas todo ciudadano sorprendido armado y con actitud conspirativa. Lilìs fue el eficiente ejecutor.

Pacificado el país de manos de este rallano, quiso incorporarse a los centros de alta sociedad del paìs. El Centro de Recreo de Santiago al ponderar su solicitud, lo rechazò, atendiendo a los estatutos y reglas que le dieron origen a esa sociedad, los cuales en nada tenían que ver con poder polìtico, ni riquezas materiales, ni generalatos...

A los pocos dìas enviò a Santiago en calidad de gobernador al general Perico Pepìn, su màs leal colaborador,  hasta su muerte. Pepìn era negro como el carbòn y de facciones ordinarias pronunciadas. En el decreto de nombramiento, se ponderò lo siguiente: ``Al Ministro de lo Interior... Haga constar en esa, el nombramiento del general Perico Pepìn, con los poderes atribuìdos que pudiere necesitar allì...``. ¡ Es menester bajarle los sumos a esos blanquitos de Santiago...!.

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