Mis primeros años como estudiante fueron difíciles con los números; debe estar leyéndome Doménico Nin, mi maestro y pariente cercano; experto matemático en mi pueblo, como lo fue Orelbis Feliz, QEPD.
Estaba en plena adolescencia cuando adentrado en el bachillerato recibí la mano amiga de Alfredo Ferreras Pérez, quien me ayudó a cruzar el trillo del Álgebra de Baldor.
Todo este preámbulo para cuantificar la vida. Aún tengo las deficiencias numéricas de mis tiempos pueriles, por lo que autorizo toda corrección al distinguirme con su lectura:
Un minuto contiene 60 segundos, en tanto, 60 minutos completan una hora. Una hora, por consiguiente, contiene 3,600 segundos; un día trae 24 horas que al ser multiplicadas por 3,600 nos dan un resultado de 86,400 segundos, es decir, que un día contiene 86,400 segundos.
Estos 86,400 segundos al ser multiplicados por 365 días que trae el año, nos dan un resultado de 31, 536,000 (Treinta y Un Mil millones, más quinientos treinta y seis mil ) segundos equivalentes a un año. Si los misterios nos regalan 100 años de vida, al multiplicarlos por la suma anterior, existiríamos por 31, 153,600,000 (Treinta y Un Mil Ciento Cincuenta y Tres Millones, más seiscientos mil segundos).
Si bien real es lo necio que resulta el presente escrito, no menos lo fue Galileo Galilei, cuando aportando junto a otros grandes sabios de la antigüedad, desde los inicios del reloj de sol hasta el siglo XVII, introduce el péndulo y un tictac indetenible...
La vida se compone de segundos indetenibles. ¡Disfrútala!
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