Aquellas que son traídas por el otoño, siempre con el acicate de un verano que empuja otras brisas; aire caliente que domina el ambiente, sin que se sienta alegre el silbido de las flores, ni aquellos recuerdos de amores, mujer, junto a tus besos ardientes.
Pestilencias por demás, sí, esas que ortodoxas y de escritos milenarios, aún en su escapulario no se exhibe la bondad. Veo ánimas caminar, no almas, pues sigue tensa la calma en esas guerras siniestras; mueren ancianos, también inocentes niños, de un fanatismo tal Juan Calvino, siempre en nombre de Jehová ¡Por Dios!
Selva de cemento son mis calles; trizas de bagazos caminantes y consumidos de aquel vicio conocido y fatal; inequidad; negocios de estados políticos que llevan al sacrificio lo que es buena voluntad; inseguridad e insalubridad, muerte, que caminan; las conocen en cada esquina y les llaman libertad...