No esperaba que la vida en su niñez, adolescencia y juventud, volara de imprevisto como si atraviesa una ventana dimensional donde apareces, te sorprendes y, peor aun, conservas la memoria de aquellos días felices.
No esperaba amores tan fugaces, ni aquellos que, aunque perdurasen, crearon cayos de entuertos; no esperaba, casi muerto, amores que se fueron, como diría el trovador, peregrinos quizás, que pagaron con crueldad placeres de aquellas dulces verdades.
Nada es nuestro, es vanidad; no esperaba esa ventana de espejos tan oprobiosos, que nos presentan un rostro de una amarga soledad; no esperaba que te vas, incluyendo aquellas fuerzas, las que cargaban sedientas conscientes de realidad; esos hijos, que unidos a ultranza por un amor que no podemos soslayar, sólo dejan pinceladas, asomos, celajes que cruzan esa ventana lacerante en su maldad...