domingo, 2 de julio de 2023

¡PREAMBULOS DE MUERTE!

Después de un episodio adverso de salud, regreso a este hábitat de misterio inusitado, de soledad que arrastra los espectros del recuerdo.
Adelanto, que hasta para morir aspiro a ser libre, sin el protocolo ominoso de la sociedad. El instinto del elefante lo lleva al lugar de deceso, allí, donde precisamente encuentra el sustento que sus cansados dientes aún pueden triturar, pero es su alimento al fin.

Ese protocolo citadino indeseable desdice del rancho lúgubre donde, tendido en hamaca o en litera, el elegido para dejar la vida emite un inefable silencio con ruidos sepulcrales, cuando percibe los espíritus como en alabanzas de querubines, olfateando, husmeando un alma sublime; la paz antecede al escenario, mientras los samuros en su volar se expresan alegóricos, impertinentes, agoreros, y la paloma blanca se simboliza al precipitarse rauda del lugar perdiéndose en los confines celestes.

La partida citadina nos enseña la parafernalia de la ciencia. Médicos que caminan en su orgullo vano, como diría García Márquez, de creerse parecidos a Dios; enfermeras, que entre el chisme cotidiano y el refunfuño, hace gala de sus destrezas con jeringas, canalizaciones y extracción de sangre, tal si esperaran la visita del conde Drácula; camilleros, que como ambulancias bajo techo, llevan al paciente a todo dar por esos pasillos siniestros que conducen a un lugar privado de libertad.

La puerta cierra impetuosa; lloran los familiares afuera como el enfermo que adentro, comienza a conocer la vulnerabilidad humana, del malo y el bueno, y que, si aún no le toca, es el despertar consciente  que dice, de ahí, sólo nos libra Dios...

 consciente

No hay comentarios:

Publicar un comentario