¡Cuanta falta me hace!, ahora en estos tiempos de angustias, tristezas irreverentes entre lluvias de pestilencias mustias; Dios todopoderoso, tu perdón y misericordia es la vacuna más eficaz con que contamos; ¡gracias!, mas, cuanto imploro el consuelo de mamá, su mano sedosa sobre esta cabeza aviesa y triste, hoy, entre el recuerdo de arrullos y caricias francas; añoro, el abrazar a mi padre, sentir el latido en su torso, el olor al trabajo, su autoridad silenciosa, prístina como el corzo; aún se siente el almidonar y la plancha de carbón caliente en su ropa caporal.
Como fortín de autoridad eran mis padres; lo que quisiera emular, hijos, nietos abrazar, acariciar, y este tormento aliviar...
¡Dios con nosotros!.
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